Buenos días compañeros:
Pues eso, que estamos en esos días de espera de notas en los que, aunque sepamos en el fondo lo que hemos aprobado o suspendido, tenemos la excusa de la incertidumbre para olvidarnos de los libros una temporada o, como mucho, ir organizando la materia que habrá que afrontar entre julio y agosto, porque ya no hay demoras que valgan.
Y bueno, qué gusto da pasar a la estantería de las asignaturas superadas los correspondientes manuales y, cuando los colocas, comprobar la cantidad de materia ya pasada. Sonríes cuando ves el infumable manual de Teoría del Derecho, o aquel indescifrable de Economía, o aquel que por cualquier razón te acompañó más tiempo del que hubieras querido.
Recordáis los comienzos. Yo no sabía que en la UNED no había tres oportunidades a lo largo del curso -parciales para eliminar materia, junio y septiembre- como en las presenciales y, cuando quise darme cuenta, tuve todo febrero para septiembre. Tampoco sabía que había asignaturas en que convenía hacer hincapié en estudiar especialmente algunos temas. Ni que existían compañeros que compartían su esfuerzo de fabricar apuntes para facilitarnos a los demás el estudio. Ni que existían tutorías, ni, ni... Era todo nuevo, todo inmenso, todo casi inabarcable.
Y ahora, cuando entras en el expediente, puedes ver un enorme listado de asignaturas aprobadas con mejor o menos buena nota y, cuando piensas en lo que falta, aunque te parezca de nuevo un mundo, es un mundo cuantificado porque la mayoria de nosotros sabemos de memoria las dos, tres..., seis o siete asignaturas que son los pocos obstáculos que hay que saltar para alcanzar la meta: la dichosa licenciatura.
Hay que creer que, aunque sea tomando colacao del negrito del África tropical, Yes We Can.