Dividiré mi respuesta en partes:
Parte I Justicia y contrapoderes.
Es un tema muy delicado… y para mí muy triste. Porque es triste, ver como unos pocos aprovechados nos arruinan una experiencia constitucional, que en verdad prometía ser feliz y ha terminado en tragedia, porque a mi modesto entender ya ha terminado en tragedia. Los agujeros son tremendos, los contrapoderes están muertos, la oposición no existe, el Gobierno sólo existe para cobrar el sueldo a precio de oro, la Justicia está prisionera del poder político, aunque algunos hacen todavía un desesperado esfuerzo de dignidad. El sistema autonómico es ruinoso y, la realidad es que hay un montón de personas que por el hecho de ser hispanohablantes vivimos nuestro drama en silencio: no tenemos partido, no tenemos democracia, no tenemos ley, las Instituciones no funcionan para defender nuestros derechos, sino contra nuestros derechos. Se nos dice que votemos a otros partidos y ahora se quieren ilegalizar a esos otros partidos. Ahora bien: “vota a otro partido” no es lo que dicen los manuales, sino que se cumpla la ley, que haya igualdad ante la ley y en la dignidad. (Y eso con el peor partido posible y con el ciudadano más estúpido posible). Más cosas: la Fiscalía y la acción popular: recuerdas Palangana que, el derecho penal no es cosa de que si yo te mato a ti, sea un problema entre tu mujer y yo. Los manuales no dicen que si yo te mato, es un problema que afecta a toda la comunidad, por cuanto que no sólo está en juego la reparación para con tu familia, sino el derecho a matar. Por eso, porque tu familia no me denuncie, eso no significa que yo tenga derecho a matar. No señor: yo no tengo derecho a matar, me denuncie o no tu familia. Y me denuncie o no tu familia, yo tendría que pasar las de Caín y nunca mejor dicho. Si tu familia no me denuncia, tendrá que hacerlo la Fiscalía, pero tú sabes en manos de quién está la Fiscalía. En este caso, somos personas corrientes, sin conexiones con poderosos, así que en principio, la Fiscalía me denunciará y se me caerá el pelo. Pero si yo fuera una persona poderosa, podría decirle a mi partido, que presionara a la Fiscalía y que ésta no me denunciara. (Eso no sale en los manuales). Y entonces, en teoría quedaría la acción popular, que es una acción pública. Pues bien: ahora quieren restringir la acción popular, de modo que sólo pueda ir contra mí si tu familia me denuncia o si el Fiscal al que yo he presionado a través de mi partido, me denuncia.
Lo que quiero decir, es que no lo podemos confiar todo a que el poder es bueno, a que no va a abusar de nosotros, porque es bueno, que es lo que hace la CE 1978. Debemos afirmar por el contrario, que el mal está muy asentado, que la tentación de hacerlo es muy grande, más aún si se trata del poder. Y que la única forma de que éste sea bueno, es crear un contrapoder efectivo en el seno de la Justicia, de modo que unas ambiciones contrapesen las otras: (así por ejemplo opina Antonio García Trevijano, catedrático de Derecho Mercantil.
Es decir, que con el debe ser y el ser, no siempre van armonizados: debemos ser buenos porque es lo justo, pero en la práctica, los poderosos no son buenos porque estén inclinados a ser justos, sino porque cuando se pasan, alguien le para los pies, porque no les queda más remedio. Pero todos esos contrapoderes no fueron suficientemente previstos en la CE 1978, porque “no era necesario”, porque “el poder iba a ir siempre orientado al bien común”. De ser cierta esta premisa, no harían falta contrapoderes, pero ya hemos visto que no es así.
Próximo capítulo: el debe-ser jurídico, no es lo mismo que el debe-ser político. El debe-ser jurídico es cumplir la ley, el debe-ser político en nuestro caso es sacar de pobre, o por lo menos, no meternos en una trampa mortal: arreglar un problema práctico.