He avanzado mucho con el libro “consciencia y sociedad distópica” de Emilio Carrillo y otros. El libro iba a salir, cuando surgió el tema del coronavirus. Luego, como surgió, añadieron otro capítulo. Entonces, el libro toca un punto central, que podía explicar el tema del bozal, más allá de la evidente estupidez que supone, incluso más allá de la crisis y por razones ajenas al coronavirus y a la superstición que emana de todo este tema. Explorando los infiernos, que no son sino las oscuras profundidades del alma humana, podría haber una explicación psicológica, subsconciente: el sentimiento de culpabilidad. De culpabilidad por haber contribuido a esta sociedad irrespirable, ecológicamente insostenible. Por eso quizá esconden su vergüenza tras el bozal, como el avestruz esconde su cabeza. Pero la tristeza no hay que esconderla, hay que poderla enseñar. Es parte de nuestra existencia y nos ayuda a buscar y encontrar soluciones. Una cara descubierta, un alma transparente, será siempre infinitamente más hermoso, que una cara tapada y un alma avergonzada. Y será más hermosa, aun cuando se refleje en ella, la huella de la tristeza.