Gundemaro Pandorgas, gran aficionado a la obra
escultórica de María Martillo Pilón, se obliga a dar a Mamerta Garrota
un cuadro de Antoni Tàpies, a cambio de una de las tres esculturas de
la mencionada artista que decoran el bar “El pingüino decadente”,
propiedad de aquélla. Un sábado por la tarde, un repartidor de NIK,
que estaba en el bar realizando su trabajo, al enterarse de que el
“Fósiles C. P.” había ganado el campeonato mundial de petanca celebrado
en Socuéllamos, comenzó a dar saltos de alegría, rompiendo
dos de las tres esculturas. ¿Qué derechos y obligaciones tienen Gundemaro
y Mamerta? ¿Qué ocurriría, si en vez de romper dos esculturas,
el repartidor hubiera roto tres? ¿Y si hubiera sido Mamerta quien, en
ese mismo rapto de entusiasmo, hubiera roto dos de las esculturas? ¿Y
si hubiera roto las tres? ¿Y si Mamerta hubiera roto dos, y la tercera
hubiera quedado destruida tras una estampida de rinocerontes? ¿Y si
hubiera sido Gundemaro quien, ese mismo rapto de entusiasmo,
hubiera roto dos de las tres esculturas? ¿Y si hubiera roto las tres? ¿Y
si Gundemaro hubiera roto dos, y la otra hubiera quedado destruida
tras una riada? ¿Qué ocurriría si la destrucción por el repartidor hubiera
tenido lugar tras escribir Gundemaro un correo electrónico a Mamerta,
en el que le comunica que ha elegido una de las esculturas para
entregársela, alegando que es la que mejor encaja en su casa (aunque
en realidad la ha elegido porque es la que más le gusta y la más cara)?
