Os agradezco la respuesta.
Lidia, no tengo yo tan claro que no me denuncie. Por eso quiero saber cuál es el peor de los escenarios que me aguardaría en ese caso. Y es la pregunta que os sigo trasladando.
Alfmonti, aprecio tu dosis de "tough love", pero no creo que pueda sólo cerrar los puños después de haber obtenido la información que buscaba y que viene a confirmar lo que ya sospechaba.
Además lo que dices es impreciso. Pero es que, claro, sólo os he facilitado unas pinceladas del caso, sin profundizar en los (importantes) detalles.
Dices que el caso no fue tan simple porque hasta tres veterinarios diagnosticaron de la misma manera. Por eso hacía la tal vez impertinente, pero justa, matización sobre el estado de la oncología veterinaria en España con respecto al extranjero, concretamente EE.UU.
Es cierto que el veterinario de referencia con quien contraté una consultoría de pago sabía ya que se trataba de un tumor maligno, pero es que eso es irrelevante.
Es irrelevante porque de lo que él me habla es de un protocolo correcto de actuación. El protocolo precisamente minimiza la posibilidad de error en el diagnóstico.
Los tres veterinarios que se equivocaron en España omitieron ese protocolo. Confiaron en que se trataba de un quiste o un absceso y esperaron a su evolución. El protocolo consiste en realizar una citología, una punción de aguja fina, de tal modo que no debe presumirse nada de ninguna masa, de ningún bulto. Es un protocolo que se lleva practicando en EE.UU desde hace 30 años. Por eso establezco que en España estamos un escalón por detrás a ese respecto. Pero no lo digo yo, lo dicen incluso los escasísimos especialistas veterinarios en oncología nacionales, con algunos de los cuales también compartí el caso.
Comprendo que pueda disculparse la omisión del protocolo por desconocimiento. Lo que no puedo tolerar es que a pesar de esas carencias el veterinario se me siga presentando como ejemplar en su actuación. Lo noble, lo decente, lo honrado hubiera sido que, habiendo confiado en él, habiéndonos desplazado a toda prisa 1000 kms en coche con mi mascota enferma porque así me lo sugirió a través del teléfono, nos hubiera reconocido en algún momento sus limitaciones. De este modo podríamos haber tomado, tal vez, distintas decisiones.
De haberse realizado la punción protocolaria, habrían diagnosticado el mastocitoma de mi perro.
En el momento del diagnóstico por parte de los dos primeros veterinarios, cuando mi compañero aún no había entrado en crisis por la "rotura" del tumor, si se hubiera seguido el protocolo, si se hubiera diagnosticado y tratado en consecuencia, muy probablemente, mi perro aún seguiría conmigo.
Pero es que incluso cuando entró en una sintomatología aguda por la rotura del tumor, aún entonces, con este su tercer y último veterinario, debería haberse seguido el protocolo, diagnosticado el tumor y valorado las opciones más adecuadas.
Si este veterinario, el que nos ocupa, en quien confié porque sospechaba que los dos primeros se equivocaban, hubiera seguido el protocolo, se habría dado cuenta de que se trataba de un mastocitoma degranulado y que BAJO NINGÚN CONCEPTO debía operarse. La operación de un tumor en ese estado es una condena a muerte. Porque no puede extraerse del todo ni la masa ni las sustancias liberadas, que con toda probabilidad seguirían produciendo hemorragias internas durante las 24 horas postoperatorio hasta llevar a mi perro al shock.
El tratamiento apropiado era una quimioterapia que aún podía haber salvado su vida.
Con independencia de que lo lograra on no, ésa era la única opción terapéutica viable.
Pero es que, aún obviando ese error de protocolo, hubo más equivocaciones.
Las imágenes radiográficas y ecográficas ya evidenciaban una masa cuya presunción nº1 es cáncer, según el testimonio del veterinario autorizado que consultamos.
Además, el instrumental con el que le hicieron los análisis de sangre fue inapropiado o estaba defectuoso, porque dio unos resultados incompatibles con el diagnóstico que se propuso por el último veterinario y apuntaba ya a otra patología.
Aún más. Previo a la cirugía, observaron que mi perro tenía una efusión hemorrágica en el abdomen. Le practicaron una abdominocentesis. Si sólo hubieran analizado el líquido extraído, habrían visto con claridad de qué se trataba.
Se equivocaron hasta en cuatro ocasiones antes de la cirugía.
Pero hicieron lo propio también una vez concluida. De hecho, en este estadio de la cronología es donde aprecio una mayor perversidad.
Extrajeron sólo cuanto pudieron de la masa. Nos mintieron diciendo que habían sacado todo limpiamente, que había quedado todo como una patena y cerraron a mi compañero, dejándole durante 24 horas a su suerte a base de fentanilo, un potentísimo opiáceo que silenciaba la reacción en cadena que la cirugía había precipitado.
Cuando regresamos a verlo más tarde y charlamos con un veterinario de guardia, éste nos dio más detalles sobre la cirugía que había presenciado y nos dio pistas que nos hacían pensar que ya sospechaban de la malignidad de la masa (se llevó a analizar; aún debía esperarse a los resultados). Nos dijo también que la masa no pudo extraerse completamente y que mi compañero seguía teniendo fuertes dolores abdominales. Cuando le pregunté si eran los dolores normales por la intervención sólo me dijo que "podía ser", insinuando que había algo más que en ningún momento precisó.
El veterinario oncólogo consultado me confirma que aún en ese momento punto tan complicado de la cronología, un tratamiento de quimioterapia era lo apropiado. Aún había esperanza.
Y, sin embargo, lo único que se hizo fue esperar y ver cuánto aguantaba el animal (y ya lo creo que aguantó). No se nos dio información clara. Le insistí a mi veterinario en que si las cosas no iban bien, queríamos saberlo en todo momento para poder permanecer con nuestro amigo hasta el final. Debió haber sido claro y habernos dicho desde un primer momento: "Sólo se ha extraido lo posible debido a la localización complicada del tumor. Sospechamos que es maligno. El animal sigue teniendo dolores. Sus posibilidades son inciertas."
Pero, al contrario, a pesar del desliz informativo del veterinario de guardia, se nos informó repetidamente de que el animal estaba tranquilo y bien, que había que esperar.
Incluso cuando acudimos a primerísima hora de la mañana a verle, otro veterinario de guardia nos dijo que el perro seguía bien, que nos fuéramos a tomar un café y esperáramos a las nuevas analíticas. Nos asomamos para no despertarle y malograr su recuperación y parecía plácidamente dormido. Claro, hasta arriba de fentanilo.
Una hora más tarde nos telefonearon, acudimos a la consulta y mi perro ya había entrado en shock. Permanecimos con él hasta que su deterioro nos pareció evidente y decidimos su eutanasia.
Cuando nos avisaron de su shock, nos encontramos a mi perro ya desmonitorizado, lo que me parece otra grave negligencia. Si había entrado en shock, razón de más para mantenerle monitorizado. Es más, si su shock fue ocasionado por, como todo parece apuntar, las hemorragias que las sustancias liberadas del tumor seguían provocándole, la monitorización debería haber ido avisando de su deterioro. De modo que tengo serias dudas de que le mantuvieran monitorizado durante toda esa noche crucial.
En fin, son muchos errores. Errores que se habrían evitado de seguir el protocolo y errores más graves que no puedo perdonar, porque advierto malicia. No puedo perdonar que se le dejara 24 horas a su suerte con dolores sin tomar ninguna medida cuando ya sospechaban que la intervención no había sido tan exitosa como proclamaban. No puedo perdonar que lo tuvieran sedado hasta su precipitación a un estado terminal sin leer las variaciones que una correcta monitorización en UCI debería haber evidenciado.
No puedo dejar pasar la chulería con que me despachó el veterinario tras su muerte cuando le trasladaba mis dudas y suspicacias. No puedo tolerar que siga manteniendo que su actuación fue ejemplar e insista en el prestigio de su clínica.
Por eso necesito ponerle en su sitio.
Y necesito, además, publicitarlo. Porque no se puede tolerar que una clínica goce de un prestigio del todo gratuito. Sus futuros clientes deben saber que si su perro acude con un tumor [algo que lamentablemente puede ocurrir en algún momento], tal vez estos no sean los profesionales más adecuados para tratarlo. Quiero que al menos sus nuevos clientes se planteen dudas al respecto. Que no confíen ciegamente en ellos tal y como nos pasó a nosotros.
Es de justicia para mi perro. Se lo debo.
Les traslado de nuevo mi cuestión.
Por un lado, qué es lo peor que me puede pasar si comparto toda esta información con mi veterinario por escrito, sin caer en el insulto, pero empleándome a fondo en el campo semántico del "bochorno", la "vergüenza", el "desastre".
Por el otro, cómo puede agravar la situación que comparta mi testimonio de una manera mucho más neutra e informativa [si quiero que los lectores tengan en cuenta mi testimonio, necesito presentarlo de una manera exquisita, argumentada y correcta] en plataformas como las reseñas de google, facebook, etc.
También me gustaría que me dieran su parecer sobre un detalle más. Alfmonti dice que el veterinario de referencia no va a defender su posición contra sus colegas, llegado el caso.
Como decía antes, contraté su consultoría de pago. A pesar de que le dije que no comprometería su testimonio, quisiera saber si ese contrato le obliga de algún modo a ser consecuente hasta el final con su valoración, si tendría que mantenerlo frente a un hipotético tribunal.
Gracias.