Son dos temas completamente distintos: uno es la necesidad o conveniencia de las autonomías, que no las pongo en duda, y otra el despilfarro que se cometen en ellas. Pero también hay despilfarro en los ayuntamientos, las diputaciones y, en menor medida, en la administración central.
Lo que yo quiero destacar es que hay que acabar con el despilfarro en todas las administraciones, y no con las administraciones en sí.
Y, aunque hay más cosas, la mayor parte del despilfarro en todas las administraciones se produce por su desmesurado tamaño: los políticos en el poder han usado todo tipo de argucias para crear una administración paralela al margen de la estructura normal, que sirve para colocar a los afines y gestionar (y gastar) al margen de los controles normales de la Administración. El resultado es, como no podía ser de otra manera, corrupción, enchufismo y déficit.
A los políticos les interesa la complejidad de la Administración porque en el caos pueden hacer y deshacer a su antojo. Yo creo que cuanta más transparencia haya, mejor para los ciudadanos ya que, al fin y al cabo, la Administración trabaja para ellos. Todos tenemos derecho a que haya una buena Administración y sea transparente.
En otro post hablaré sobre las diferencias que hay (y debe haber) entre los funcionarios y otro tipo de empleados públicos. Eso de que todos son iguales no es cierto y lo deseable es que no lo fuera en la práctica. El problema es que, desde el poder, se ha denostado la figura del funcionario para que todo el mundo acepte el coladero en la Administración de todo tipo de figuras (más manejables) que los sustituyan.