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Autor Tema: HASTA SIEMPRE, JORGE SEMPRÚN  (Leído 589 veces)

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HASTA SIEMPRE, JORGE SEMPRÚN
« en: 08 de Junio de 2011, 16:26:28 pm »
Adiós a un testigo de la barbarie
Muere Semprún, memoria del siglo XX
El escritor fallece en París a los 87 años - De exiliado a ministro de Cultura, fue deportado al campo de Buchenwald y expulsado del Partido Comunista por disidente
Con él se pierde para siempre parte de los recuerdos del preso número 44.904, su matrícula en Buchenwald, el campo de concentración alemán en el que vivió deportado entre los 20 y los 22 años. Semprún construyó su obra literaria con los fragmentos de su propia memoria y en esa obra queda, pues, el recuerdo de una vida marcada a fuego por todas las barbaries modernas.

Nieto por parte de madre del político conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno con Alfonso XIII, Jorge Semprún nació en Madrid el 10 de diciembre de 1923. Su madre murió antes de que él cumpliera ocho años y, con la Guerra Civil, todos los hermanos marcharon a La Haya para reunirse con su padre, embajador de la República en los Países Bajos. El futuro escritor comenzaba así un exilio que ha durado toda su vida.

En 1939, con la guerra perdida, la familia se instaló en París, donde Jorge y su hermano Gonzalo estudiaron como internos en el exigente liceo Henri IV. En Adiós, luz de veranos... (1998), Semprún recordaría esos años en que, después de ser objeto de chanza en una panadería por su mal acento francés se conjuró para eliminar todo rastro extranjero en la pronunciación de la que terminaría siendo su lengua literaria fundamental.

Si el descubrimiento de Levinas le valió su primer premio extraordinario de filosofía, el compromiso político le hizo ingresar en el Partido Comunista de España en 1942. Un año más tarde fue detenido como miembro de la Resistencia antinazi, torturado y deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí se libró de la muerte probable que esperaba a los intelectuales cuando fue inscrito como estucador en lugar de como estudiante. Su conocimiento del alemán, una obsesión de su padre, le ayudó también a sobrellevar los dos años que pasó con el triángulo rojo y la S de Spanier (español) en el pecho.

El 11 de abril de 1945, dos soldados estadounidenses abrieron la cancela del campo, marcada con una sarcástica inscripción: "A cada uno lo que se merece". Pero con la liberación y los recuerdos de la experiencia concentracionaria llegaba también para Jorge Semprún un dilema: o escribir sobre el pasado (y lo pasado) o vivir el presente. Lo primero, diría luego, le hubiera llevado al suicidio de no haber dejado pasar el tiempo. Aunque ya en 1963 había volcado parte de su experiencia en El largo viaje, hubo que esperar a 1994 para que el narrador buceara hasta el fondo de aquella herida. El resultado fue un título hoy mítico: La escritura o la vida.

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