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Autor Tema: El mito liberal de la racionalización del gasto público.  (Leído 766 veces)

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Desconectado simple22

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El mito liberal de la racionalización del gasto público.
« en: 10 de Noviembre de 2011, 16:51:32 pm »
La fiscalidad y el presupuesto no es sólo una cuestión económica, sino también y fundamentalmente política. Si se quiere es la expresión numérica de una política.

Con frecuencia se habla de despilfarro, de exceso de carga fiscal, de corrupción, de distribución de las rentas, de recortes, de política social, de racionalización del gasto, etc. Creo que hay que abordar el tema desde un punto de vista más realista que el que hemos venido haciendo todos, yo incluido. Intentaré explicarme con sencillez.

Como el aire, la política puede ser pura, en teoría es posible. Pero la humanidad es como es y ya no podemos hablar de aire puro, sino de cuál es la contaminación tolerable, dando por hecho que hay un mínimo de contaminación, que es el que exige la civilización y la naturaleza imperfecta del ser humano.

Con la fiscalidad y el presupuesto pasa exactamente lo mismo: admitimos que tienen que existir, aunque sea sólo para pagar policías. Lo perfecto en fiscalidad sería que no existiera, de acuerdo. El ser humano es imperfecto y por eso hay que buscar la perfección de los imperfectos. Y esto sería el gasto perfectamente racionalizado y no cobrar de impuestos, ni un céntimo más que lo estrictamente necesario. Pero esa utopía liberal, ay, tampoco es posible. Y no es posible porque así como el hombre nunca ha sido perfecto, el político tampoco ha sido precisamente altruista. Siempre ha habido corrupción y por eso las mamandurrias son imprescindibles. No podemos pretender una política limpia e impecable, sino una lo menos tóxica posible. Por eso se gasta el presupuesto en vino y se recortan cosas que no deberían recortarse. Los recortes están calculados no según las necesidades de los españoles, sino teniendo en cuenta además que hay favores que pagar, corruptos a los que alimentar, etc. Por eso el despilfarro es doblemente peligroso, porque así como desajustar y destruir es fácil y se hace automáticamente, la reconstrucción de lo destruido no se hace tan automáticamente.

Con todo ello he querido poner fin al mito de la racionalización del gasto, un mito liberal, de igual modo que la teoría de que todo lo que sea sector público es bueno en sí mismo por el sólo hecho de ser público. La mejor política posible, que no deseable, se parecerá bastante a la racionalización perfecta del gasto público, pero nunca alcanzará semejante meta. Siento decirlo, pero es así.

La madurez, el talento y la sabiduría no tienen ni edad, ni sexo, ni jerarquía.