Estoy de acuerdo con pulpo en que el primer objetivo del nacionalismo está cumplido (y muchos objetivos más). En todo caso y en esta ocasión, voy a apoyar ese objetivo nacionalista.
Por mi parte, creo que sí se puede “culpar” a los catalanes (que no a los hermosos parajes de, por ejemplo, Castellar de N'Hug u otras tierras catalanas). ¿De qué se les puede “culpar”? Pues del monolingüismo institucional que rige en Cataluña. Vamos a ver, si pese a que la Constitución Española dice que sólo el castellano es el idioma oficial del Estado, aunque en determinados territorios también sean cooficiales otras lenguas; el vigente Estatuto de Autonomía catalán dice que el catalán es el idioma oficial de Cataluña, aunque el castellano también lo sea (ya empezamos a notar la diferencia); y, en parte, la Ley de Política Lingüística de 1998 diga lo mismo, si no existe cooficialidad o existe diglosia en favor del catalán (personalmente creo que realmente ni existe cooficialidad), es decir, si sobre la base de tan perversa expresión como “lengua propia” se eliminan las rotulaciones en español, se multa a los comerciantes que en sus sedes sólo rotulen en español (ojo al dato y a la muerte de hasta “la lógica de cajón”: se multa al español que en España rotule su comercio sólo en español, mientras que no se multa al español –catalán- que en España –Cataluña- rotule su comercio sólo en catalán), los procedimientos administrativos ante las administración local y autonómica sólo son en catalán, las cadenas públicas sólo emiten en catalán, la educación pública sólo usa como lengua vehicular el catalán (y casi ni se estudia el español), etcétera; y unas instituciones se quejan de cuando la dictadura hacía lo que ellos mismos hacen en democracia, unas instituciones se quejan de que su lengua no tenga el trato en el resto de España que ellos mismos niegan para el español en Cataluña, en fin, si unas instituciones y una inmensa mayoría de individuos, agrupaciones políticas y sociales intentan hacer desaparecer todo aquello que recuerde que Cataluña sigue siendo, a mi pesar, parte de España (una España manca, coja, tuerta… sin la Vasconia, Galicia y partes grandes de otros territorios, o sea, una España que no es España) tiene como “culpable” principal al pueblo de Cataluña. No se puede decir “son los políticos”, como si los políticos gobernaran por gracia divina, como si los políticos no se sometieran a elecciones democráticas (entiendo democracia sólo en sentido formal, como procedimiento o conjunto de reglas para decidir) en Cataluña y como si el sujeto político activo en Cataluña no fueran los catalanes (mejor, los residentes en Cataluña). Los catalanes votan libremente (o se presupone) y los catalanes eligen a sus gobernantes y sus gobernantes tienen unas políticas que ejecutan o lo intentan y en materia de lengua, la política descrita (no sólo la política lingüística es el medio de eliminación del español, ellos lo saben bien y ejecutan otras políticas). Así que creo que, el sujeto político activo, los catalanes son los “culpables” de la situación anti-española en Cataluña.
¿Por qué he venido entrecomillando el término “culpable”? Por dos razones. En primer lugar, porque creo que existe otro sujeto político (activo y pasivo) que lo consiente, esos son, los españoles (o el resto de los españoles) y las instituciones españolas (españolas en cuanto a estatales). Se permite la vulneración y, para mí, la vulneración es clara de normas que impiden el antiespañolismo por parte de las instituciones del Estado (el gobierno de la Generalidad de Cataluña es, a mi pesar, una institución del Estado y su Presidente el primer representante del Estado español en Cataluña –y eso aunque se elimine la bandera de España), para resumir, la Constitución. ¿Cómo lo consiente? Pues, por ejemplo, no habiendo interpuesto un recurso de inconstitucionalidad ante la Ley de Política lingüística de 1998. ¿Y el Gobierno del Estado tendría incluso que recurrir a la fuerza para no consentir tal cosa? Pues sí. De la misma manera que un policía debería recurrir a la fuerza, si fuera el caso, para no permitir un robo. Es que yo estoy hablando de Derecho y Derecho es fuerza, simplemente fuerza institucionalizada. En segundo lugar, entrecomillé el término “culpable” puede ser, yo así lo creo o prefiero creerlo para evitar pensar que los catalanes están “majaras”, que (la mayoría de) los catalanes quieran dejar de ser españoles (aunque les pareciera mejor –por razones prudenciales- mantener una serie de vínculos con el Estado o, con el supraEstado, pues no olvidemos que el proyecto de Estatuto dice que la Generalidad es Estado). Si el propósito de los catalanes es dejar de ser españoles creo que no son culpables de nada (salvo de una cosa que explicaré ulteriormente). Creo en la simple voluntad (y no en las razones mítico-histórico-legendarias-romántico-historicistas que se suelen usar) para que un conjunto de ciudadanos quieran dejar de ser nacionales de un Estado y constituirse en nacionales de otro (aunque sea ex novo) Estado. No creo que alguien me pueda decir que yo soy “culpable” de abandonar la casa de mis padres o un teatro o una asociación, sino que simplemente quise hacerlo por las razones que fueren. Ahora bien, creo que sí existe algo de culpabilidad cuando se vulneran ciertas normas de convivencia y dicha vulneración daña a otras personas. Cierto, en situaciones así es casi imposible no dañar al otro. Una vez, escuché a un constitucionalista (me refiero a un Catedrático de Derecho constitucional) decir que la lectura de, al menos, algunos artículos de la Constitución debería estar prohibida a los niños. Se refería a disposiciones tales como todos tenemos derecho al trabajo o todos tenemos derecho a una vivienda digna. La lectura de esos párrafos produciría en los niños una esperanza, una especie de seguridad futura, en realidad un espejismo, una mentira (un derecho que no puede ser ejercido o reclamado no es un derecho). ¿A qué viene esto? Algo similar sucede cuando la Constitución dice que el castellano es el idioma oficial del Estado (y otras lenguas serán cooficiales en otros territorios). Ese parágrafo no debería dejarse leer ni estudiar, porque en algunos niños, niños grandes o grandes (mayores) niños (quizá por ingenuos) les crea cierta esperanza o seguridad de que si se trasladan a vivir a Cataluña -lo que ellos creían una parte de España donde regía esa Constitución que leyeron o estudiaron- su idioma español, castellano, podría ser usado normalmente, aunque conviviera con otro idioma hermano, y podrían educar a sus hijos en castellano en las escuelas y podrían entender los carteles y los rótulos de las instituciones y podrían dirigirse a los funcionarios autonómicos y esperar una respuesta inteligible y podrían pedir que la Administración siguiera sus procedimientos en castellano y que la Administración lo hiciera sin mayor problema y podrían… Pero tal cosa no es así y lo que empezó siendo lo normal, pasó a ser lo esperado y lo esperado se transformó en esperanza… hasta que la esperanza se perdió, se perdió entre las páginas de una Constitución en la que uno trató de ampararse desconsolado. Yo fui uno de esos niños grandes, tal vez ingenuo, que lloró desconsolado. Tal vez también fui un exagerado, tal vez lo sea, aunque no creo que la “culpa” fuera mía por haber leído o estudiado la Constitución española. Hay gente que sufre, gente que lo pasa mal, gente que lo pasa mal innecesariamente, gente que cuando va a Cataluña no piensa que se va a Francia o a Inglaterra, porque la Constitución española no rige en Francia no en Inglaterra. Existe otra dos opciones, aparte de prohibir la lectura y el estudio de la “Carta Magna”, reformarla o que Cataluña se independice. Yo abogo por esta última y creo que (la mayoría de) los catalanes son “culpables” de no plantear debidamente su independencia, de no tener suficiente coraje. También creo que son “culpables” los españoles por no exigir una solución.
No quiero terminar sin apoyar, en parte, las palabras de shadowmaker: lo importante es poder comunicar algo y no saber muchos idiomas. Siempre he creído que el idioma es la herramienta más perfecta que tenemos para poder expresar nuestras ideas, por eso, creo que hay que ser lo más correcto posible (cuanto más correctos seamos en la lengua mejor trasmitiremos aquello que queremos). No soy monolingüe necesario, ni siquiera voluntario (practico cuatro diomas), pero creo en la necesidad de ser monolingüe universal. Tal vez a través del inglés como lengua franca (vid., Philippe van Parijs, “Linguistic Justice”, se puede descargar desde No puedes ver los enlaces.
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Un abrazo a todos,
IUS