No suelo opinar de política en público, porque me parece que es un tema que, como el conducir, hace subir la irascibilidad con demasiada facilidad. Pienso que nuestro país es todavía muy jóven democráticamente hablando, pero creo que con los años, como el buen vino, iremos mejorando. Dejando a un lado algunas opiniones leidas, más propias de otros lugares y no tanto de un foro de debate pseudojurídico, mi impresión sobre algunas de las más educadas me invitan a creer que en nuestro país, desgraciadamente, se sigue viendo a los partidos políticos como clubes de futbol, y también observo que la mayoría de las personas se creen formar parte "de los míos", con todas las ventajas pero sin ninguna responsabilidad, con lo que las opiniones que se expresan no tienen tal vez la moderación que la responsabilidad conlleva. Sociologicamente, me parece que, en ese sentido el electorado conservador tiene el voto más consolidado -no lo suele cambiar con frecuencia- en tanto que el electorado progresista castiga más los sinsabores de su apoyo anterior, ejerciendo más la autocrítica. No sé si en este punto aparece aquella vieja dualidad entre "intereses e ideales", aunque no creo que haya lugar a ello en la política del siglo XXI. Si acaso, pequeñas diferencias de matiz en políticas sociales, pero siempre pendientes del banco central alemán y wall street como principales referentes.
En este `punto, tal vez sería un ejercicio saludable tomar como referencia los diez punto más criticados al partido político adversario y aplicarlos al propio, para saber cómo reaccionaríamos, y viceversa.
No trataré de ser absolutamente neutral en este post, aunque desgraciadamente en el momento en que te pronuncias políticamente produces un doble efecto iman-rechazo entre afines y discrepantes.
Creo que, en cierto modo, todos deberíamos asumir que, a la hora de expresar nuestra opinión, no sólo estamos ejerciendo nuestro legítimo derecho a la libertad de expresión, sino que además estamos formando parte de una opinión global y de sus consecuencias, por lo que podemos ayudar a crear movimientos sísmicos de enorme virulencia, al generar una corriente de expresión generalizada y exacerbada, de la que curiosamente luego no nos sentimos responsables porque minimizamos la nuestra hasta la unidad, que es lo que somos, por oposición a la globalidad, de la que hemos formado parte pero de la que nos borramos como corresponsables en el momento en que nos conviene.
Cada uno se toma la política -y la vida en general- como quiere: unos, como un juego, otros, como un ejercicio conjunto de reflexión para intentar mejorarla. Respeto ambas posturas, pero me interesa más la opinión que me enriquece, me hace tambalear las creencias y me reafirma en las mías o me sitúa en las contrarias, lo que no suele ser fácil y, sobre todo, la que me enriquece a base de matices y matices. Por eso expreso mi opinión, no para eliminar la de nadie. En cualquier caso, tengo mi opinión sobre quién me ha engañado más en este país, y qué engaños puedo llegar a admitir como juego político y cuáles, más serios, no. Y voto en consecuencia....
Llegados a este punto, ¿qué resulta más importante: analizar la opinión expresada, o producir un efecto de adhesión o rechazo automáticos en función de la tendencia política deducida, y validando o rechazando por ello todos los planteamientos anteriores?