Un vasco que entra en la consulta del doctor y dice:
- Buenas, doctor. Yo soy vasco, pero quiero sentirme más vasco todavía.
- Bien. Pero tiene usted que darme autorización porque habría que reducirle el cerebro; contestó el doctor.
- No hay problema, doctor. Usted opere, opere.
Tras la operación el vasco entra eufórico en la consulta y después de darle un manotazo al galeno le dice:
- ¡Ostia, doctor! ¡Ahora pienso como un vasco, actúo como un vasco, hablo como un vasco...! ¡Pero yo quiero sentirme aún más vasco, joder!
A lo que el doctor contestó:
- De acuerdo, ya sabe cómo va esto, usted me tiene que autorizar a volver a reducirle el cerebro.
Le vuelven a operar y a los pocos días entra de nuevo en la consulta.
¡Apa, la ostiaaaa! Ahora pienso como un vasco, hablo como un vasco, me siento muy vasco...¡Pero yo quiero sentirme más vasco todavía!
El doctor le dice muy seriamente:
- Mire usted. Habría que reducirle entonces el cerebro al tamaño de un guisante.
El vasco da el consentimiento y después de que le reduzcan el cerebro al tamaño de un guisante, entra en la consulta y le dice al doctor:
- Ascolta, noi; te has pasao una miqueta eh.