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Autor Tema: Don Miguel de Unamuno & Millán Astray y el "viva la muerte"  (Leído 681 veces)

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Desconectado tortuga_caxonda

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Don Miguel de Unamuno & Millán Astray y el "viva la muerte"
« en: 26 de Septiembre de 2016, 08:19:50 am »
Dedicado a los naZionalistas de la raza española (que no son todos los de derechas, ni del Pp, claro):

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No puedo resistirme a copiar la versión más completa que he encontrado del famoso enfrentamiento entre Millán Astray y uno de los más grandes pensadores españoles de todos los tiempos, Miguel de Unamuno.

Los personajes:

Millán Astray

José Millán Terreros (Millán Astray). General sublevado, creador de la Legión española, cuerpo de choque que se distinguió, tanto en África como en la península, por su sanguinaria crueldad con la población civil. Millán-Astray es un monstruo, no tanto por su aspecto como por su actos. Es quizá la figura más despreciable y criminal de la primera mitad del siglo XX en España; incluso por encima del frío e indolente Franco, su compañero de armas; o del borracho de Queipo de Llano, famoso por sus alocuciones en Radio Sevilla llamando a sus tropas a violar a las mujeres republicanas, para que supieran lo que era un hombre de verdad.


Unamuno

Miguel de Unamuno , gran filósofo y escritor. Hombre muy de derechas y profundamente religioso. Y, sin embargo, una persona honrada e íntegra como demostró hasta sus últimos días, oponiéndose a la brutalidad que, de alguna forma, con su apoyo había ayudado a crear.

No puedo ser objetivo en la descripción de ambos personajes pues tan intensa es la repulsa que me provoca el legionario, como emocionado respeto me provoca el profesor. Es de mis escritores preferidos, por el cual siento una especial simpatía. Creo que, siendo de los escritores más famosos, no se le ha concedido la suficiente atención a su obra, muy por encima de casi todos los de su generación.

Aquel día, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, se reunieron en la misma sala la inteligencia más excelsa y la más criminal del momento.

Transcribo de la mítica “La Guerra Civil Española”, del historiador y célebre hispanista Hugh Thomas.

[…] El filófofo vasco Miguel de Unamuno, sumo sacerdote de la generación del 98, siguió un camino diferente [N.d.M: al de otros intelectuales, que apoyaron a la República y luego se exiliaron en Francia]. Como rector de la universidad de Salamanca, al empezar la Guerra Civil se había encontrado en territorio nacionalista. La República le había desilusionado, había admirado a algunos de los jóvenes falangistas, y dio dinero para el alzamiento. Todavía el 15 de Septiembre apoyaba al movimiento nacionalista. Pero el 12 de Octubre había cambiado de opinión. Estaba, como dijo más tarde, “aterrado por el cariz que estaba tomando toda aquella guerra civil, realmente horrible, debida a una enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura, con un sustrato patológico”. En aquella fecha, aniversario del descubrimiento de América por Colón, en que se conmemoraba la “Fiesta de la Raza”, se celebró una ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Salamanca. Allí estaban presentes el doctor Pla y Deniel, obispo de Salamanca, y el general Millán Astray, fundador de la legión extranjera, que por entonces era un asesor importante, aunque oficioso, de Franco. Su parche negro en un ojo, su único brazo y sus dedos mutilados le convertían en el héroe del momento. Presidía el acto Unamuno, el rector de la Universidad.

La ceremonia tenía lugar a un centenar de metros del cuartel general de Franco, instalado desde hacía poco tiempo en el palacio del obispo de Salamanca, por propia invitación del prelado. Después de las formalidades iniciales, vinieron los discursos del dominico Vicente Beltrán de Heredia y del escritor monárquico José María Pemán. Ambos discursos fueron muy apasionados. También lo fue el del profesor Francisco Maldonado, que atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vasco, describiéndolos como “cánceres en el cuerpo de la nación”. El fascismo, el “sanador” de España, sabría cómo exterminarlos, “cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo de la sala alguien gritó el himno de la legión extranjera: “¡Viva la muerte!” Millán Astray dio a continuación los gritos excitadores de multitudes que ahora eran ya habituales: “¡España!”, gritó. Automáticamente, una serie de personas gritaron: “¡Una!” “¡España!”, volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, contestó el auditorio. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray sus seguidores respondieron: “¡Libre!”

Varios falangistas, con sus camisas azules, hicieron el saludo fascista frente a la fotografía sepia de Franco que colgaba de la pared sobre el estrado. Todos los ojos se volvieron hacia Unamuno, cuya antipatía a Millán Astray era conocida, y que, al levantarse para cerrar el acto, dijo: “Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra los vascos y los catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo, -y aquí Unamuno señaló hacia el tembloroso prelado que estaba sentado a su lado-, lo quiera o no o quiera, es catalán, nacido en Barcelona”.

Hizo una pausa. Se produjo un silencio cargado de temores. Nunca se había pronunciado un discurso como aquél en la España nacionalista. ¿Qué diría el rector a continuación? “Pero ahora -continuó Unamuno- acabo de oír el necrófilo e insensato grito: “¡Viva la muerte!”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente.

El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta pensar que el general Millán Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.”

En este momento, Millán Astray ya no pudo contenerse por más tiempo . “¡Mueran los intelectuales!” -gritó-. “¡Viva la muerte!” Este grito fue coreado por los falangistas, con quienes el militar que era Millán Astray tenía muy poco en común. “¡Abajo los falsos intelectuales! ¡Traidores!”, gritó José María Pemán, deseoso de limar las aristas del frente nacionalista. Pero Unamuno continuó: “Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho.”

Siguió una larga pausa. Algunos de los legionarios que rodeaban a Millán Astray iniciaron un amenazador movimiento de aproximación al estrado. El guardia personal de Millán Astray apuntó a Unamuno con su ametralladora. La mujer de Franco, doña Carmen, se acercó a Unamuno y Millán Astray y pidió al rector que le diera el brazo. Él se lo dio, y los dos salieron juntos, lentamente. Pero ésta fue la última vez que Unamuno habló en público. Aquella noche, Unamuno fue al casino de Salamanca, del que era presidente. Cuando los miembros del casino, algo intimidados por estos acontecimientos, vieron la venerable figura del rector subiendo las escaleras, algunos gritaron: “¡Fuera!” ¡Es un rojo, y no un español! ¡Rojo, traidor!”. Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Marcos Escribano le dijo: “No debería haber venido, don Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la universidad, pero, de todos modos, no debería haber venido”.

Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, entre gritos de “¡Traidor!” El único que salió con ellos fue un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago. A partir de entonces, el rector ya no salió casi nunca de su casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez era necesaria para garantizar su seguridad. La junta de la universidad “pidió” y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió con el corazón roto de pena en último día de 1936. La tragedia de sus últimos meses fue una expresión natural de la tragedia de España, donde la cultura, la elocuencia y la creatividad estaban siendo reemplazadas por el militarismo, la propaganda y la muerte. Poco después, incluso hubo un campo de concentración para prisioneros republicanos llamado “Unamuno”.

El problema no reside en que los políticos cuenten mentiras, sino en que la sociedad se las crea.

Desconectado Juaniz

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Re:Don Miguel de Unamuno & Millán Astray y el "viva la muerte"
« Respuesta #1 en: 26 de Septiembre de 2016, 14:57:49 pm »
Casualmente el otro dia lei una entrevista a la hija de Millán-Astray, contó en ella este mismo episodio pero con una versión totalmente diferente.

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