Afortunadamente estamos ante un ejercicio de normalidad democrática; Jueces y Magistrados sometidos a responsabilidad en el ejercicio de sus funciones, responsabilidad que puede ser penal, civil o disciplinaria. En el caso que nos ocupa quedó probado que el Sr. Calamita cometió un delito de prevaricación, sirviéndose de sus propias creencias religiosas o convicciones personales para retrasar maliciosamente un proceso judicial.
Esto sirve para recordar que los integrantes del Poder Judicial están sometidos al imperio de la ley, y que son también responsables de sus actos, como el resto de los mortales.
Es paradójico pensar como una persona que ha dedicado parte de su vida al Derecho, que consigue acceder a la carrera judicial (el sueño de muchos estudiantes), que después de bastantes años ejerciendo la profesión, acabe (con 50 y pico años) en las listas del paro por olvidar cúal es su función.
No hace mucho coincidí con este Sr. Calamita en un centro comercial, y le vi tan normal, y me chocó bastante, sobre todo porque yo también hubiese soñado con ser Juez, y sin embargo sus creencias religiosas, bajo mi punto de vista radicales, le han llevado a las lista del paro.
En fin, así es la vida.