Creo que cuando Recarte, con buen criterio, propondrá la reforma para evitar la revolución, compruebo con pesar que la revolución está sofocando toda posibilidad de reforma y dinamitando toda posible convivencia.
¿Dice Recarte que o esto se reforma o él hará la revolución?
¡No! Lo que dice precisamente, es que otros están desarrollando una dinámica revolucionaria y destructiva, que inexorablemente conduce a la guerra civil. Una dinámica destructora del orden, de la legalidad y de la convivencia, que es preciso detener mediante la reforma. Salir de la crisis sólo es posible con la reforma: sea ésta americanizante, afrancesada o germánica. Esto en cuanto al modelo de Estado.
Así, donde Recarte propone la vía federal con rescate de competencias, César Vidal propone un modelo de Estado a la francesa. (Yo estoy aquí más de acuerdo con César Vidal, que con Recarte).
Pero más importante, a mi juicio, es, visto lo visto, arrebatar todo poder, no sólo político, sino económico, mediático, divulgativo, educativo, etc. a los nostálgicos del comunismo. Para que un país funcione, el comunismo tiene que ser residual y, la socialdemocracia ocupar ese papel que en España desempeña ahora el socialismo clásico.
A buen seguro, abordará también la imprescindible reforma del uso del dinero público, de las subvenciones y del modelo sindical: no se puede consentir que los terroristas tengan ningún poder de decisión. Y quien dice sindicatos, dice también grupos violentos nacionalistas, que también reciben subvenciones y que obviamente hay que cerrarles el grifo del dinero público. ¡Qué menos! Hay tres focos de violencia, aparte del terrorismo: el sindical, el nacionalista y el del boicots a las conferencias en universidades presenciales. Pues bien: los sindicatos violentos, los grupos que le llevan la bala a Albert Rivera amenazándole de muerte, los grupos nacionalistas que intentaron dar una paliza al Presidente del Círculo Balear, los grupos nacionalistas gallegos que han agredido repetidas veces a Gloria Lago, etc. han recibido y siguen recibiendo dinero público. ¡Qué menos que cortarles el grifo!