España tiene la oportunidad de demostrar que el populismo europeo es un subproducto fugaz de la crisis
Aunque la crisis de la eurozona parece estar lejos de los titulares, las tensiones en el continente están latentes, no resueltas. El desempleo sigue siendo elevado, y la producción industrial está lejos del nivel previo a la crisis. En este contexto, no es sorprendente que los populistas están en alza en todo el continente, desde Grecia (donde la extrema izquierda Syriza está ahora en el poder) a París (donde el Frente Nacional de Marine Le Pen amenaza con ser un competidor fuerte para la presidencia francesa en las próximas elecciones).
España, sin embargo, es diferente. Desde la transición democrática que puso fin al régimen dictatorial de tres décadas de Francisco Franco en 1975, España ha tenido un sistema bipartidista similar al americano, aunque construido para la sensibilidad europea. Los socialistas han alternado en el poder con los populares en las últimas tres décadas, y las dos partes han convenido lo siguiente: desde 1975 España ha desarrollado instituciones democráticas sólidas, integradas rápidamente en Europa, y modernizando su economía. El pasado marzo, el país creó más empleos que los de los Estados Unidos, y sólo la semana pasada el FMI actualizó el crecimiento español una vez más. Aquellas personas que no creen que las reformas estructurales producen resultados positivos deben, por definición, no hacer caso de recuperación de España.
Sin embargo, al igual que en Grecia y en otros lugares, la crisis de la eurozona desafió el sistema político bipartidista. Después de todo, los socialistas habían estado en el cargo la mayoría de los años de la burbuja y los Populares han visto muchos escándalos de corrupción expuestos en los titulares al intentar reformar la economía para hacerla más competitiva. Estos escándalos han cuestionado enormemente la credibilidad de la élite española para implementar reformas, privándolos de la legitimidad ante una población que tanto ha sufrido decisiones difíciles y sacrificios a menudo incluso más duros. La semana pasada se reveló que un ex ministro de Economía había participado en una amnistía fiscal para traer de vuelta los fondos no declarados a España.
Dos partes están desafiando el sistema: Podemos y Ciudadanos. La primera es una respuesta profundamente ideológica a la crisis; se trata de un nuevo partido que propugna algunas muy viejas ideas de izquierda. Desde que fue catapultado a los titulares internacionales hace seis meses, Podemos ha abogado por salarios universales para todos los ciudadanos, la creación de "comisiones de la verdad" sobre la deuda externa, y hacer retroceder las reformas estructurales en el mercado laboral español. Increíblemente, los miembros de la élite de Podemos quieren ir tan lejos como para elogiar gobiernos como el de Venezuela, donde el modelo económico-político es tan agotado que la inflación es galopante, el crecimiento es nulo, y la oposición es pisoteada en las calles. En el núcleo, Podemos cuestiona el producto de la transición política española, ávido de una vieja izquierda que ha tenido éxito en otros lugares.
Ciudadanos es una bestia diferente, y que probable mantenga las llaves de poder en el próximo gobierno. Sus miembros buscan continuar con las reformas con tolerancia cero para la corrupción. Originado en Cataluña, donde los partidos tradicionales han ido perdiendo terreno a los movimientos pro-independentistas durante años, Ciudadanos es un partido de centro que busca la renovación democrática sin destruir los éxitos de la transición española, así como los más recientes, pero no menos fundamentales reformas económicas promulgadas desde 2010.
Pocos meses, Ciudadanos ha crecido aún más rápidamente que Podemos, que lleva las últimas encuestas que sugieren un empate de cuatro vías entre los dos viejos partidos y los dos nuevos. Pero mientras Podemos es demasiado extremo para cualquier tipo de coalición con los partidos establecidos, Ciudadanos no lo es. Se puede mantener reformas mientras que se trae de vuelta a la juventud y la renovación de las élites del país. Hay un caso que se hizo una renovación de la central en el contexto del desmoronamiento del sistema de dos partidos que no conduce a la inestabilidad, sino más bien para el fortalecimiento de la causa de las reformas y su legitimidad interna.
España ha demostrado que es diferente en muchos aspectos, incluyendo una recuperación que ha llevado a algunos a lo llaman "una nueva Alemania." En la arena política, también, tiene la oportunidad de demostrar que el populismo europeo no es una consecuencia permanente de la crisis, sino más bien un subproducto sorprendente que pueda combatirse con eficacia. El éxito reciente y rápida de Ciudadanos sugiere que la gente quiere nuevas opciones, pero estas opciones no es necesario tirar por la borda las grandes conquistas de los últimos 30 años de desarrollo y la integración europea. Es importante que los europeos más allá de España consiguen esas opciones, por lo que su elección no es sólo entre el pasado o el populismo. Hay un término medio de la renovación democrática centrista sin la ideología populista rancia.