"Miraba a mis compañeros del instituto por encima del hombro; todos me parecían estúpidos, unos borregos. Llegué a traicionar a mis propios padres, incluso a espiarlos, pero la organización era lo primero", añadía el Macias y asentía de Peage. Tenían el perfil idóneo para integrarse en La Hermandad: creyentes, de buenas familias y misa dominical, y sus padres (aunque dicen las malas lenguas que no conocían el nombre del padre...) militaban activamente en la lucha contra la ley del aborto y la asignatura de Educación para la Ciudadanía, luego tumbada por el PP. Lo cual desencadenó un trauma que les llevó a convertirse en el azote de los chats donde se trataba el tema.
Tenían un enemigo en común, Tortuga le decían, y luego desacreditaban a todos los que les llevaran la contraria, por razón de sexo, raza o idioma. Ello les hacía sentirse cómo los antiguos cruzados que intentaban liberar Tierra Santa y recobrar el Santo Grial; les ocasionaba sueños húmedos y poluciones nocturnas todavía. Bueno, éso y el recuerdo de fray Cebolla, sí el que los arropaba por las noches en el seminario... seguro que algunos sabéis quien es. Si no, sólo tenéis que leer el Decameron y allí está muy bien retratado. Siempre hay un fray Cebolla, por los tiempos de los tiempos... qué bueno era que les LLENABA el vacío del cuerpo.
Con todo, Tortuga tenía aliados en el chat que también les llevaban la contraria y éso los enervaba más todavía. Utilizaban la fusta cada noche para azotar las nalgas de los novicios y poder cuidarlas con dulzura y así, atraerlos al buen camino, a la única senda, a lo único que un hombre puede aspirar... ser cordero u ovejita...
(continuará)