Interesante cuestión esta de las faltas de ortografía.
Es cierto como dicen otros compañeros que por desgracia se observan muchísimas faltas, no solo en el ámbito académico, sino también en medios de comunicación escritos, en carteles colocados en locales públicos, en folletos y carteles realizados en imprentas; y ya el colmo de la cuestión es la red Internet en la que podemos ver muchísimos blog y páginas web que están plagadas de faltas de ortografía. O más acentuada la cuestión cuando observamos mensajes de whatssap.
En primer lugar yo creo que la persona que comete una falta de ortografía se desprestigia a sí misma, creando una sensación en el lector de que sus conocimientos y formación son deficientes. Entonces, aunque el resto del contenido del texto que haya escrito sea coherente e interesante, el lector se llevará en el subconsciente la imagen de la falta de ortografía.
Antes, cuando no existía la posibilidad de acceder a la red de manera tan fácil como puede hacerse hoy en día, podría tener alguna justificación que se cometieran. Pero, salvo que nos encontremos en un examen y por tanto sin acceso a internet, ninguna justificación tiene que escribamos un texto con faltas de ortografía cuando nos encontremos en nuestro escritorio, porque en la red tenemos disponibles muchos recursos para ver la grafía correcta de una palabra, en especial la página de la Real Academia de la Lengua.
No vengo yo ahora con mi opinión a descubrir nada, pero cuando se duda de la correcta escritura de una palabra y no podemos acceder a diccionarios (sea en papel o en la red), solemos, por lo menos yo lo hago, utilizar otra sinónima, evitando correr el riesgo de cometer la falta. Pero las personas que cometen faltas de ortografía, evidentemente, no son conscientes de ello, creen que las escriben correctamente, o quizá que no es tan grave escribir “proibido” en vez de “prohibido” si finalmente el mensaje cumple su cometido.
Pero la cuestión es interesante como digo al principio porque en algunos ámbitos, por ejemplo en exámenes para acceso a la carrera de profesorado, las faltas de ortografía puntúan negativamente y además así suele establecerse en las bases de las convocatorias.
Y eso, en mi opinión, debiera trasladarse a todo el universo académico: Derecho, Ingeniería, Medicina,… porque la persona que accede a estudios universitarios debe tener una base de conocimientos mínima o de partida, que debe incluir siempre el conocimiento de las reglas ortográficas. Yo no veo en esto ninguna excusa, ni siquiera aunque se trate de personas que retoman sus estudios después de varios años, porque las posibles deficiencias en ese sentido deben superarse mediante todo aquello que se supone que solemos hacer los estudiantes universitarios: leer, leer y leer. Y en cuestión de ortografía la documentación gratuita y los recursos en Internet son muchísimos. Y si alguien tiene esas deficiencias debe superarlas mediante lectura y consulta al diccionario: no hay otra solución, salvo que ya desde el colegio tuviera el hábito de leer libros, porque como sabéis la correcta grafía de una palabra también se aprende por verla habitualmente escrita de una determinada manera.
Por ejemplo: levantaría sospechas aquel estudiante universitario que no tuviera en su ordenador un enlace directo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Pero no solo debiera tener ese recurso directo el estudiante, sino cualquier profesional que su trabajo pase por redactar textos: periodistas, escritores, imprentas, funcionarios,… sería harto complicado determinar qué profesionales deben excluirse de esa relación, quizá aquellas personas que se ganan la vida honradamente con otra clase de empleos, por ejemplo trabajos físicos (sector de la construcción, mecánicos, agricultores, ganaderos,…).
En muchas ocasiones me he preguntado qué pasaría si desde el Gobierno se promoviera una Ley que impusiera sanciones administrativas a todas aquellas personas, físicas o jurídicas que hicieran público un texto con faltas de ortografía. O que las leyes académicas, por lo menos a nivel de Universidad establecieran de manera general que las faltas de ortografía cometidas en un examen, sea de la titulación que sea, puntuaran negativamente: 1 falta = un cuarto de punto, o medio o un punto; este detalle sería ya discutible. Y si no, que la persona que no cometa faltas de ortografía se vea entonces beneficiada de ello, porque lo que no sería justo es que dos exámenes que expongan adecuadamente el contenido solicitado por el profesor, tengan ambos un 9, cuando uno de ellos contenga faltas de ortografía y otro no. De alguna forma habrá que sopesar esto: o se premia al que no las comete (cosa extraña porque es su obligación hacerlo bien) o se penaliza al que las comete (cosa más coherente).
Cuando en alguna ocasión hemos podido corregir a alguien porque ha cometido una falta de ortografía, por lo menos a mí me ha pasado, me suelen tachar de sabelotodo, de repelente, o de que con tu observación has querido humillar o menospreciar a la otra persona, o como mínimo te dirigen una mirada hostil, o te dicen que se trata de un error de transcripción o de mecanografía. Por eso hace tiempo que no me meto en esos berenjenales.
Una vez pude ver incluso una falta de ortografía en un recordatorio escrito en la banda que acompañaba a una corona de flores en un entierro: ¡¡Por Dios!!