El nacionalismo es el sentimiento de identificación de un individuo con un grupo. Un grupo llamado nación. Esa nación puede ser la nación suya (la que sustenta el Estado donde habita) u otra diferente: una histórica pero que no se corresponde con su Estado de nacionalidad bien por estar absorbida por otro Estado ó repartida entre varios Estados. También puede ser una nación artificial creada en torno a vínculos lingüísticos y culturales pero que nunca existió como tal. En todo caso el nacionalismo es básicamente un sentimiento, no una razón. Los sentimientos son fácilmente provocables mediante campañas publicitarias bien orquestadas. Especialmente si ese sentimiento llena un hueco que todo el ser humano necesita colmar. En el caso del sentimiento nacionalista, el individuo encuentra en él un fuerte nexo de unión con su entorno. Le ayuda a su propia integración en su mundo social.
Hasta aquí todo lo expuesto es común a cualquier nacionalismo. Da igual del tipo que sea. Del nacionalismo en general yo concluíria que como sentimiento es necesario para dar al hombre esa satisfación que necesita de integración en su grupo social, pero al mismo tiempo es peligroso. Nada ha provocado más guerras, más violencia y más odio que los sentimientos. Mucho más que cualquier razonamiento. Para el hombre como colectivo es mucho más importante que la razón esté por encima de los sentimentalismos. El hombre debe aprender a controlarlos. No necesariamente rechazarlos pero sí colocarlos en su sitio, es decir en su justa medida.
El sentimiento nacionalista llevado por encima de la razón es contrario a los valores democráticos, es segregacionista, racista, xenófobo; resumiendo excluyente. Nacionalista excluyente puede serlo cualquiera si se lleva por encima de la razón, si se antepone a otros valores. Puede ser excluyente un nacionalista alemán, iraquí, ruso, español ó vasco.
Pero vamos al mundo de la razón, a lo práctico. Lo ideal es que no existiesen Estados, que la humanidad fuese capaz de gobernarse en un Estado único. Seguro que seríamos mucho más eficaces para resolver los problemas del medio ambiente, las desigualdades económicas, y sobre todo habría mucha menos violencia. Pero también sabemos que a día de hoy eso es utópico. Que los Estados se han ido articulando en varios siglos en torno a naciones históricas. Es decir a grupos sociales cuya unión se ha consolidado por sus vínculos culturales como fruto de siglos de convivencia nacional. Esa es la única forma de crear Estados. Que los Estados más poderosos se crean uniendo los más pequeños. Cierto que las fronteras se han establecido mediante conflictos armados, pero también es cierto que lo que las ha consolidado son los siglos de unidad. La unidad es la meta. Y sabemos que sólo desde los Estados actuales podemos avanzar a Estados cada vez mayores si somos capaces de reducir nuestras diferencias y aumentar nuestros vínculos. Proyectos como la UE responden a esa idea, aún lejana. Podemos concluir que desde el punto de vista práctico, que desde el punto de vista de la razón, lo que debemos hacer los humanos es ver lo que nos une, no lo que nos separa y trabajar para estar más unidos.
Ahora volvamos a los sentimientos. Los Estados actuales necesitan del nacionalismo. Sin él los ciudadanos no se siente unidos y por tanto su Estado es débil. El Estado es una herramienta práctica y para que funcione es necesaria la integración del individuo en él. Pero para que los ciudadanos se integren es necesario el sentimiento nacional. Ese sentimiento será positivo en tanto ayude a mantener unidos a los ciudadanos y negativo cuando sirve para excluir a los que no forman parte de él. Los Estados deben por tanto fomentar los nacionalismos para mantener unidos a sus ciudadanos, pero dentro de un límite. Cuando ese límite se pasa surgen los nacionalismos radicalizados ó excluyentes. Un ejemplo extremo es la Gran Alemania de Hitler donde los alemanes llegaron a creer que eran superiores al resto del mundo y siguieron a su líder por una senda de odio y ambición que culminó con una guerra catastrófica.
En la España actual no existe el nacionalismo español. No existe en el plano político, y en el social apenas en un puñado de individuos de mente estrecha. De hecho ningún partido político significativo clama por una España superior al resto del mundo, nadie se cree esa idea. Los españoles no son consideramos mejores que los franceses ó los alemanes.
En cuanto a los nacionalismos separatistas, la cosa cambia. Los nacionalismos separatistas nacen excluyentes por su propia naturaleza. No tienen como misión integrar a los ciudadanos sino diferenciar unos de otros. De hecho surgen en naciones mucho mayores donde se han alcanzado uniones mayores y su objetivo es romperlas. Eso implica rechazo. Rechazo a una parte de los ciudadanos de las naciones basándola en algunas diferencias de tipo geográfico ó lingüístico. Sirven para dividir no para juntar.