Hola Europa, primero quería agradecerte este hilo porque me parece además de muy original profundamente interesante.
Cómo tú dices, hay ciertas cosas en la vida que te marcan de una forma tan profunda que condicionan de una manera increible tus futuros sentimientos sobre las cosas que te rodean.
Desde pequeña siempre me ha gustado leer más que nada en el mundo, con 11 años iba a la biblioteca y me sacaba tres libros en un día, y al siguiente ya estaba yendo a por otros tres.... evidentemente a esa edad los libros que te sacas tienen muy poquitas páginas y son de lectura muy fácil, pero hay un libro que marcó especialmente mi vida, es un libro infantil... aunque no tanto, del que ya he hablado en otro hilo y que todos conocemos, aunque no la versión original que es la que a mí me encandiló: Bamby de Félix Salten.
No es la historia por todos conocida de waltt Disney con final feliz, de hecho es bastante más dura, sí es el mismo personaje pero nada tiene que ver, se trata de la historia de un pequeño corzo que tiene que aprender a vivir sin amar si desea sobrevivir, porque el depender de los demás te hace débil en un mundo en el que eres carne de cañon, el final de la historia es todo lo contrario a la película que todos conocemos, Bamby se hace viejo, y se encuentra en un sendero con el amor de su vida, al que tiene que renunciar para poder estar alerta y cuidar de sí mismo, al final, es muy muy viejo, tanto que nadie sabe ya ni su edad, ha vivido, pero se ha dejado tanto en el camino...
Parece una chorrada, pero es toda una lección de vida, además esa visión de la vida, y por otro lado, el cariño que le tomas a los personajes,
siempre me ha hecho mirar el mundo animal de otro modo. Tanto que no puedo matar ni una mosca, no puedo matar a ningún ser vivo por pequeño que este sea, lo cual siempre me ha hecho tener un poco de simpatía a los verdes... jajajaja...
Otra cosa que me marcó profundamente es una historia de Castelao, este gran escritor que me enseñó lo que es la morriña, que me enseñó lo que es el sentimiento de saber que perteneces a algo y a la vez estás desarraigado me enseñó que la tierra se ama porque es lo que conoces, y sobre todo me enseñó que la gente no es de donde nace... sino de donde se hace.
La traduzco aquí para quién le interese, traducida pierde mucho, y tal vez se descontextualice, pero es tan hermosa y a la vez triste.
Llegó de las Américas un hombre rico y trajo consigo a un negrito cubano, como quién trae a una mona, un papagayo o un fonógrafo...
El negrito fue creciendo en la aldea, donde aprendió el habla con rapidez, a bailar muiñeiras...
Un día, murió el hombre rico, y Panchito cambió de amo para ganarse el pan. Con el tiempo se hizo un buen mozo hecho y derecho, sin más trabas que su color... Aun que era negro como el carbón tenía suficiente gracia como para hacerse querer por todos.
Endomingado, con un clavel encima de la oreja y una hoja de malva en la chaqueta, parecía totalmente un chico ataviado de fiesta.
Una noche de estrellas surgió en su imaginación la idea de salir por el mundo a la cata de riquezas. También Panchito sintió, como todos los chicos de la aldea, las ansias de emigrar. Y una mañana de mucha tristeza subió por las escaleras de un trasatlántico.
Panchito iba camino de la Habana y sus ojos húmedos y brillanes miraban en el mar las tierras dejadas...
En una calle de la Haban el negro Panchito se tropezó con un hombre de su aldea y le confesó entre sollozos:
-¡Ay! Yo no me hago en esta tierra de tanto sol, yo no me hago a esta gente, ¡Me muero!
Panchito retornó a la aldea. Llegó pobre y endeble, pero trajo consigo mucha alegría en el corazón. También trajo un sombrero de paja y un traje blanco.
Un cordial saludo.