Es una cuestión de pedigree, y de prejuicio, querido incrédulo. Ya lo decía Ernesto Sabato, eximio escritor argentino: si abres una óptica llámale Óptica Alemana, y no Óptica Pontevedresa. Es bastante probable que tu sustrato cultural, Hugo (y esto es sólo una suposición) se parezaca más al de un marroquí que al de un escandinavo. Pero claro, dónde va a parar: sembrar Europa de divertidos rompecabezas a los que llaman muebles (Ikea) es síntoma de progreso, en cambio si abren un kebah en mi calle no es más que una silenciosa prueba de que estamos siendo invadidos por los ladrones de ultracuerpos, y nuestra milenaria cultura pronto será barrida por algún mesías coránico.
Para que nuestro despistado cerebro acepte el fraude es necesaria una intensa labor de relojería histórica: olvidarse de que los soldados más sanguinarios y temidos de le edad moderna fueron los suecos, y olvidarse de que gracias a los traductores árabes hoy tenemos noticias de un personaje llamado Aristóteles. Olvidarse del terrible puritanismo escandinavo, y olvidarse de las odas al vino y la lujuria del poeta persa Omar Kayan. Olvidarse de que en los países nórdicos la violencia de género está más extendida que en cualquier otra región de Europa, y olvidarse de la refinada cultura cosmopolita del Beirut de antes de la guerra civil. La percepción y la memoria son selectivas: recopila los datos con un sesgo que pasa desapercibido incluso a quien los selecciona. Hace unos años vi por la tele a una monja que, tras haber prohibido la entrada a su colegio a una niña musulmana porque llevaba un pañuelo en la cabeza, decía sin empacho: "aquí no aceptamos el velo porque atenta contra la dignidad de la mujer". Eso decía la muy caradura, ataviada con su cofia de monja y vestida con su hábito de monja. ¿Que daltonismo cultural impedía ver a la monja su propio pañuelo en la cabeza? Eso sí, los árabes son unos fanáticos enfurecidos por su fe, nosotros somos demócratas. Vaya un cuento chino. Cuanto más observo la deriva racista en la que estamos entrando, más me entristezco, y más me acuerdo de la Alemania de los años 30. Cualquier mal, cualquier desaguisado, se le adjudica de inmediato a los inmigrantes, sobretodo si es un árabe. Pronto empezarán a circular rumores de que secuestran bebés de cristianos para comérselos asados, o que envenenan los pozos... o vaya usted a saber qué más... Puaj.