Bueno, en fin, volviendo al tema, es curioso ver cómo a lo largo de la historia las ideologías políticas van mutando. Este hecho en principio no tendría por qué ser pernicioso, pues es necesario que las estructuras se vayan adaptando a las circunstancias de cada momento.
Lo que ya sí que es pernicioso es que los políticos adapten el discurso a sus propias necesidades; y aún más, que incentiven la confrontación social para poder mantenerse ellos en el poder.
Todo partido político obtiene su razón de ser en las fracturas sociales (cleavages) existentes en una comunidad política determinada. Así, por ejemplo, si una nación tiene desequilibrios territoriales fuertes (el norte con grandes yacimientos de metales y el sur mucho más pobre), aparecerán dos partidos políticos que recojan las reivindicaciones de ambos colectivos para hacerlas valer en su parlamento. La aparición de grandes fábricas hace surgir al proletariado, y con él, un par de partidos políticos más. Tensiones entre católicos y protestantes, entre ricos y pobres, religiosos y laicos...en fin, cualquier factor que pueda dividir a las personas en diferentes estructuras sociales contrapuestas es susceptible de generar un partido.
Las cuestiones, llegados a este punto, son dos:
- ¿Qué ocurre si en vez de recoger reivindicaciones sociales, lo que hacen los partidos políticos es generarlas para justificar su propia existencia?
- ¿Cómo es posible que los partidos políticos conserven, a través de la historia, la misma denominación política manteniendo posturas tan diferentes?
Con respecto a la primera cuestión la respuesta, desde mi punto de vista, es que se produce primero un gran enfrentamiento social (vamos, que picamos el anzuelo), y luego un proceso de deslegitimación de los señores políticos.
Con respecto a la segunda, la respuesta es sencilla: buscan su propio interés. Cómo si no se explica que un partido como el PSOE, en principio de orientación progresista haya traicionado la vocación "internacionalista" de sus orígenes (el proletariado mundial unido para derrocar al capitalismo) para aliarse con los nacionalistas de turno, traicionar el principio de solidaridad y hacer suyo el eslogan de que "cada perrito que se lama su culito", colocándose en una posición que fue la de los ultraconservadores carlistas de antaño.
Lo mismo con respecto al PP, partido sucesor de Alianza Popular, que amalgama no sé cuantas tendencias políticas, entre ellas Liberalismo, Democracia cristiana y Conservadores, cuando en tiempos fueron perfectos enemigos (las desamortizaciones hechas a la iglesia fueron llevadas a cabo por liberales, por ejemplo).
La cuestión es bien sencilla: ellos se lo guisan y ellos se lo comen para responder a sus propias necesidades de poder, utilizando siempre para ello al pueblo.
Ahora que, mientras haya gente dispuesta a seguirles el juego (o ni siquiera sean capaces de ver cuál es ese juego) nuestra democracia seguirá siendo una verdadera birria.
Un saludo