Por supuesto, no es la palabra adecuada. De hecho el gobierno no la usa. Habla de diálogo.
Afortunadamente, hoy en día el término negociación se ha ido convirtiendo en políticamente inaceptable para la sociedad y por ello está cayendo en desuso. De la experiencia acumulada a lo largo de los últimos veinticinco años de lucha democrática contra ETA, hemos aprendido lo que da de sí la negociación. A día de hoy, tras las experiencias de Argelia y de Suiza, sabemos lo que da de sí ese camino y ningún Gobierno democrático se va a sentar a negociar con ETA. Conviene pues no utilizar el término para no enviar, también en este caso, señales equivocadas a ese mundo. A pesar de todo, en este momento, ni los propios terroristas se atreven a utilizar ese lenguaje. No es política ni socialmente creíble, porque el camino desbrozado desde el Pacto de Ajuria Enea hasta el Pacto por las Libertades y contra el terrorismo lo ha hecho simplemente no creíble.
Pero si estamos atentos a los mensajes que nos llegan de ese mundo, el lenguaje en este terreno ha pasado a ser más sutil. Se ha sustituido la negociación por el diálogo. Porque, ¿quién se puede oponer al diálogo?. Nadie en principio. Sólo los intolerantes y los que no quieren que esto se solucione, ¿no?. El diálogo además es el gran mantra al que se invoca en las sociedades democráticas avanzadas, como no podía ser de otro modo, para solventar cualquier conflicto. La única diferencia es que en esas sociedades, salvo en España, no existen organizaciones terroristas que intentan hacer saltar por los aires el marco jurídico democrático por medio de la violencia. El diálogo en este contexto, se ha convertido para los terroristas en la versión “light” de la negociación. Para los terroristas actualmente no hace falta hablar de negociación pues basta con que todos desde el buenismo invoquemos el mantra del diálogo para que ellos entiendan que utilizamos el eufemismo porque no nos atrevemos a llamar a las cosas por su nombre, pero que en la práctica estamos aceptando la negociación. Y no, cuando hablamos de diálogo no estamos hablando de negociación. Hablamos simplemente de diálogo en un contexto de final inequívoco de la violencia. De ahí que, en este sentido, es conveniente que todos, también en este caso y también los terroristas, sepamos de qué estamos hablando cuando apelamos al diálogo.
Por eso la utilización generosa de la palabra diálogo por parte de los demócratas debe ir precedida del convencimiento de que significa lo mismo para los demócratas y para los terroristas. Hasta ahora no ha sido así y mucho nos tememos que en el momento presente siga sin significar lo mismo, pues mientras que para los demócratas diálogo significa utilización de la palabra para resolver las diferencias de todo orden que nos puedan separar, para los terroristas de ETA, parafraseando a Carl von Clausewitz, el diálogo sería algo así como la continuación del terrorismo por otros medios. Algo parecido al “alto el fuego” que según ETA “…es una forma de lucha”. De ser así, y todo parece indicar que sí lo es, la utilización de la palabra diálogo sería un obstáculo para el logro que se pretende conseguir que no es otro que la erradicación del terrorismo tras el abandono definitivo de las armas por parte ETA.
En este contexto, la moción aprobada el pasado 17 de mayo en el Congreso de los Diputados impecable e inequívoca en su formulación, ha provocado sin embargo desasosiego en algunos colectivos de víctimas, quizás porque junto a una declaración rotunda respecto a que a ETA solo le queda como destino el disolverse y deponer las armas, se alude a un final dialogado de la violencia. Alusión que utilizada fuera del contexto de la moción ha podido generar confusión entre algunas organizaciones de víctimas ya que en su subconsciente y en la medida que desde el cuerpo doctrinal de la democracia contra el terrorismo no se ha explicitado el contenido de la palabra diálogo, para algunos, tal y como hemos visto que significaba para los terroristas, puede ser sinónimo de negociación, lo que a estas alturas de la historia resulta inaceptable para la inmensa mayoría de las víctimas y de la sociedad e impensable desde el punto de vista de las instituciones democráticas.
Pero es que además, no es sólo el contenido de la palabra diálogo el que puede crear desasosiego, sino que también los propios tiempos en que se materializa el diálogo pueden generar desasosiego y confusión. Si analizamos el punto 2 de la moción aprobada en el Congreso, en ella se afirma que “…si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia, …”. Pues bien es aquí donde entran en juego los tiempos del diálogo. Si analizamos este párrafo en el contexto de la totalidad del punto 2 de la moción, se deduce que el diálogo sólo se podrá producir una vez que los terroristas hayan decidido disolverse y deponer las armas. esta interpretación, es la única que puede acercarnos de manera rápida al fin de ETA.