Os respondo con una noticia de la UNED:
La UNED me ha permitido saltar del andamio al despachoNo puedes ver los enlaces.
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LoginSe mueve con soltura por los pasillos y salas de los juzgados. Lleva una toga inmaculada, planchada -parece- tabla a tabla. Conversa con varios clientes a la espera de su turno. ¿Los letrados?-llama el secretario judicial. Y Tomás García Retamosa, letrado, se dirige a la vista con el juez. Camino de la calle, en corrillos y apartes, sigue negociando "son mis vecinos. Represento al marido y les conozco desde siempre, a los hijos, a la mujer..."
Nací en Cáceres –comienza su historia caminando por las calles del barrio-. Mi familia se dedicaba a la agricultura y con catorce años ya tenía que trabajar. En el pueblo los profesores insistían en que me fuera a estudiar cuando mi padre me dice que me ha encontrado un colegio en Salamanca, que era gratis. Atando cabos -gratis, en Salamanca y mi padre que me dice que haga hasta COU "Y luego eliges"-, me percato de que era un seminario.
Yo no quería ir al seminario. Soy creyente, pero dentro de mis inclinaciones no estaba darle uno de mis hijos a la iglesia, como decía mi madre. Con 18 años me voy a la mili y al acabar me vengo a Madrid.
Trabajo en la construcción y me pongo a ganar dinero. Mi novia, Isabel, se viene también conmigo. Un día le digo: me voy a la escuela de adultos porque se me olvidan algunas cosas, que me veo preguntándome ¿esto cómo se hacía?
Yo había sido buen estudiante y el primer día en la clase de adultos ya supe cómo se sentía el último de la clase cundo éramos pequeños, en la escuela. Me llegó al alma.
Pero en cuanto cogí el hilo el profesor me dice: prueba con acceso.Yo creo que lo sacas. Y lo saco en el curso 99/00.
Me matriculo en Derecho en la UNED. Al principio era complicado: no obtenía rendimiento, todo el tiempo que no estaba durmiendo o trabajando, estaba estudiando. El primer año no puedo acabar, tenemos una reforma importante en casa y líos. Luego ya saco la carrera en los siguientes cinco años.
Mis profesoresJulio Henando Lera, el profesor que nos habla a todos el primer día, es definitivo para mí. Esto no es un cursillo -nos dice-, aquí pueden obtener resultados si vienen a sacrificarse, sino, cojan el dinero de la matrícula, inviten a sus maridos y esposas a cenar y sacarán más rendimiento. No es un profesor de mano en el lomo, es exigente. Y a mí me estimula desde el principio.
Aunque parezca mentira, a los cuarenta años todavía se puede educar a las personas. El profesor de Derecho Político Lucrecio Rebollo Delgado me hace ver que uno, aunque tenga la razón, no puede utilizarla de forma aplastante, no te da potestad para hacer lo que quieras. Este profesor me ha acompañado toda la carrera, aunque le dejé en segundo, a posteriori si he tenido dudas también me ha atendido. Además de ayudarme, me marca: suaviza los picos más abruptos de mi personalidad.
Luego otra profesora, Mónica Herranz, en un momento crítico de mucho trabajo, también me anima a seguir. No tengo quejas de ningún profesor porque ninguno dejó en su momento de cumplir su cometido. Pedagógicamente unos eran más buenos que otros, no los voy a señalar, pero nadie fue a cargarme... no he tenido la sensación de que me han suspendido, siempre tenía la sensación de que suspendía yo.
Vida CotidianaMe levantaba a las cinco o las seis para ir a trabajar. Durante los exámenes me levantaba a las cuatro para estudiar, luego al trabajo de ocho a dos y de tres a seis, montando estructuras metálicas.
Después de comer, cuando los compañeros se iban a tomar café, yo me iba a los vestuarios o a un sitio resguardado y me ponía a estudiar. Los otros se lo tomaban a chacota: ¿Qué, te vas a leer el Corán? Al final se convencieron de que iba en serio. tengo clientes que han sido compañeros míos.
Cuando iba del trabajo a las tutorías y podía pasar por Parla, Isabel, mi mujer, me bajaba la carpeta y una bolsa con zumo y sándwiches al portal y me decía: toma, para el recreo.
Sin Isabel no lo hubiera hechoMi hija estudia Biología en la Complutense. Creo que es buena estudiante porque Isabel, mi mujer, es una gran lectora y acostumbró a mi hija desde pequeña. En casa siempre se está leyendo un libro. Recuerdo que cuando empecé la carrera estaba leyendo El Manuscrito Carmesí ,y cuando acabo la carrera seis años después, lo termino. Durante más de seis años sólo leo cosas relativas a la carrera, en la mesita tengo Procesal Civil o Economía Política.
Lo que me servía de relax es que practico telegrafía entre aficionados. El telégrafo es un lenguaje que aprendí de modo autodidacta, un lenguaje en el que hay que entender al otro y puedo hablar hasta con Nueva Zelanda.
Nueva VidaEl primer año de la casa nueva no teníamos muebles y estudio en la tabla de planchar. Es una nueva vida. Mis compañeros son en su mayoría de segunda carrera. Uno era director de banco, otros cargos en empresas, una profesora... yo era el patito feo. Pero ellos tampoco tenían conocimiento de Derecho y me respetaban por mi capacidad de trabajo y porque hacía buenos apuntes, no tenía empacho en cederlos. El estudiante de la UNED es muy solidario.
Les decía a mis compañeros que cuando acabara me iba a colegiar y a poner un despacho.
Cuando voy a recoger mi título me vengo andando por la Avenida de Valladolid y a la altura de La Ermita me da el vértigo. Me siento y pienso ahora ¿qué? No conozco a nadie que sea abogado. No sé nada. Me entran las dudas.
El día que puse el letrero -García Retamosa, Abogado- se me caían las lágrimas
Pero soy de la filosofía de que la primera idea es la que vale. Si sale, sale, y si no, que no se me quede el no haberlo intentado.
Isabel entonces se viene abajo porque el salario que teníamos seguro se tambalea. Pongo el despacho en mi casa, en una habitación. No tengo ni un cliente. Todos los días me ponía mi traje, cogía mi maletín y me salía a la calle. Los vecinos me preguntaban ¿dónde vas? -Vengo del juzgado -¿Si? Y les daba la tarjeta.
Cuando voy a recoger la orla, llego a casa y voy a colgarla. No tengo ni taco ni alcayata. Me bajo a la ferretería y me encuentro con un vecino del pueblo que lleva diecisiete años de abogado. Me cuenta que tiene un despacho en Alcorcón. Me ofrece trabajar con él. Con mi amigo Juan Luis hice un máster pagado porque me daba un venticinco por ciento cuando yo no esperaba nada. Así tengo mi despacho y un sueldo.
La fortuna se empieza a encadenar. Lo clientes ven a un señor con las sienes plateadas y no creen que soy nuevo, ven a una persona mayor.
La falta de miedo me empuja. No he dicho nunca No a ningún asunto, son tantas las ganas de hacer cosas... Antes de entrar en la sala las primeras veces es terrible. Como la primera vez que me dice el juez : firme, letrado. Y no sé dónde firmar. Me hago el remolón con papeles y espero a ver si firman ellos primero. Luego me enteré que da igual donde pongas la firma.
Es una alegría el centro de la UNED Madrid Sur aquí en Parla. A mí me ha permitido saltar del andamio al despacho. Por desgracia, en la construcción todos mis compañeros están parados. Me gustaría cerrar el círculo dando clases en la UNED porque creo que yo entendería al alumnado y hay que hacer ver que el esfuerzo tiene recompensa, es una cuestión de querer, sobre todo querer, porque nosotros queríamos, ¿verdad Isabel?,- pregunta a su mujer, que hoy es su ayudante en el despacho y sigue la entrevista en silencio.
En el tiempo que estudié, yo era el rey de la casa. Necesitaba tiempo y ella me lo daba. Yo no hacía nada. El cincuenta por ciento de mi título es de ella. Hoy el bufete no es excesivamente rentable y hasta yo mismo me hice las mesas y estanterías de este local, pero no tenemos grandes necesidades y vamos viviendo del despacho.