No deberíamos estar hablando de los anhelos de ETA, sino de cómo pataleaban al ser ahorcados.
El que hablemos de lo primero, es un grave retroceso Institucional. La democracia debe defenderse del terrorismo mediante la eliminación de los terroristas.
Este sábado debe ser el principio: España debe recuperar la pena de muerte, si quiere sobrevivir cómo sociedad civilizada.
Aquí no sólo viven los terroristas, sino que les dejamos opinar a pesar de ser absolutamente contrarios, no sólo a que hablen, sino incluso a que estén vivos. La única ideología prohibida es la que, en este sentido profesamos la mayoría de los españoles: la de que el mejor terrorista es el terrorista muerto. Y todo por ese estúpido miedo al qué dirán, que propaga el PSOE para intimidar a la población. Pero en realidad ese qué dirán, se reduce al qué dirá el PSOE. Y la respuesta es ésta: no me importa lo que diga el partido del GAL, del chivatazo y del encubrimiento del 11-M, no me importa lo que diga el partido de la prevaricación judicial de Garzón, o del soborno a Bermúdez por su labor de ocultamiento del crimen del 11-M. No me importa lo que diga el partido que proclama la libertad de expresión para Batasuna, mientras quiere cerrar Intereconomía, Es Radio, El Mundo, Libertad Digital, La Gaceta y Libertad Digital TV. No me importa nada, el partido que reivindica su pasado terrorista, el aliado de los Gobiernos terroristas de Cuba, Marruecos y Venezuela, donde quién dirige la represión es el etarra Cubillas. Espero que con el tiempo, España se sacuda ese cáncer que es socialismo, nacionalismo y terrorismo: tres en uno. Espero que España coloque a los terroristas en el lugar que se merecen: en el otro barrio.