Tercer mito. La sociedad del ocio.
Como veíamos antes, el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo ha creado la posibilidad del tránsito de la “sociedad de la necesidad a la sociedad de la libertad”. La capacidad productiva del ser humano ha abierto perspectivas desconocidas en la humanidad de hacer efectiva la reducción del tiempo de trabajo necesario para generar la riqueza necesaria para la supervivencia de la especie sin ningún tipo de restricción.
Esto ha generado la falsa conciencia de que ya hemos llegado a la “sociedad del ocio”, como definió Marx al socialismo. Dicho de otra forma, que exista la posibilidad no quiere decir que ya lo hayamos conseguido, pues las necesidades de los propietarios de los medios de producción y distribución, los capitalistas, son incrementar sus ganancias, no extender el ocio a la sociedad. De forma desvirtuada y, en algunos de sus manifestaciones, decadente, esa sociedad del ocio se expresa en el tejido social. El aumento de la cantidad de parásitos sociales que viven sin trabajar de las migajas de la riqueza generada por la sociedad es una de sus expresiones más regresivas y podridas (la jet set).
Pero la clase obrera, con sus luchas y en los países más desarrollados, donde se concentra la industria basada en la intensificación del trabajo, puede arrancar elementos de esa “sociedad del ocio”, la lucha por las 35 horas en Europa, o la reducción de jornada 32 horas entre los metalúrgicos alemanes, es una manifestación de esa potencialidad.
Es evidente que esta realidad, que afecta a pequeños, aunque centrales, sectores de la clase obrera está lejos de ser la realidad de la inmensa mayoría de los trabajadores en todo el mundo, incluidos los países imperialistas, donde cada vez más trabajadores ven como la prolongación de la jornada es la tendencia dominante, ya sea de manera directa (los EEUU), ya sea por las horas extras necesarias para cubrir los bajos salarios (Europa).
A los ojos de los ideólogos del sistema, sean de derechas o de izquierdas, la realidad se les invierte, y convierten lo que es una potencialidad del sistema, solo vivida por un pequeño sector, en la norma de vida del conjunto de la sociedad.
Pero el mito de la sociedad del ocio tiene otro aspecto, el desarrollo de nuevos sectores de la producción de bienes de consumo. Durante todo un periodo los bienes de consumo destinados a las amplias masas se reducían a los bienes necesarios para su reproducción física (vivienda, vestido, alimentación). La reducción de jornada a las 8 horas hace cien años, el aumento del nivel cultural de las masas, provocado por el desarrollo de las fuerzas productivas y las necesidades de obreros cada vez más especializados, y el consiguiente aumento de la producción de mercancías (el Ford T de principios de siglo fue el primer paso al consumo de masas de bienes no estrictamente necesarios) ha generado en el capitalismo el desarrollo del sector de la producción que va dirigido a cubrir las necesidades (reales o ficticias) de las masas11
Al lado de las necesidades reales de las masas, cubiertas por sectores tradicionales como el textil, la alimentación o el calzado, se han desarrollado toda una serie de necesidades, en muchas ocasiones creadas, que han provocado el desarrollo de sectores productivos que produzcan las mercancías que las satisfagan12. Algunos de estos sectores son tan viejos como el capitalismo imperialista, el cine o la industria de la cultura, otros, como la TV o, más recientemente, los juegos informáticos o los parques temáticos, se han incorporado en los últimos años. Pero lo que es indudable es que todos ellos son sectores industriales, del sector II que hablaba Marx, donde se agrupan miles de trabajadores para la fabricación de mercancías cuyo destino final es ser consumido por las masas. A través de las cadenas de distribución cinematográfica, de la exhibición en TV o de la compra de la entrada al parque temático, se está realizando la plusvalía contenida en el producto (el film, el programa de TV o el viaje en la noria).
La sociedad del ocio no es cualitativamente diferente del “viejo” capitalismo. Los sectores que muchos califican de servicios no son más que nuevos sectores industriales. Tal y como Ford “inventó” el consumo de masas con el Ford T, sin modificar la esencia del sistema, los productores cinematográficos, los dueños de cadenas televisivas o los fabricantes de productos informáticos (sea hardware o software), simplemente amplían la base productiva del sistema capitalista.
Cuarto mito, la disolución de la clase en trabajadores autónomos.
Los autónomos son trabajadores por cuenta propia que venden el producto de su trabajo, ya sea este una mercancía, el transporte de esa mercancía ya un servicio, no su fuerza de trabajo. Por contra, el asalariado vende la fuerza de trabajo, no el producto de esa fuerza de trabajo. Esta diferencia cualitativa se traslada a las necesidades de unos y otros y a la forma que tienen de incrementar su nivel de vida. Los autónomos tienen como reivindicaciones las mismas que cualquier otro burgués (grande o pequeño), reducir los costos de producción de las mercancías que, en su caso y por el escaso papel que el trabajo asalariado cumple en sus beneficios (en muchas ocasiones el individuo autónomo trabaja más que nadie), suele traducirse en la exigencia del abaratamiento de mercancías dominadas de forma monopolística por grandes consorcios o en una reducción de los costes financieros de los préstamos (bajadas de tipos de interés, créditos blandos, reducción de las cargas fiscales), que provoca choques con los gobiernos y los consorcios.
Por ejemplo, los patronos del transporte franceses se movieron por la reducción del coste del petróleo y contra la ley de 35 horas, mientras, los camioneros franceses no le dieron ni bola a lo del petróleo, pero exigían la reducción de jornada. Los españoles, poco después, se movilizaron, qué casualidad, por la reducción de precio de gasóleo (exigían un precio subvencionado como el gasóleo agrícola), y ni se acordaron de la reducción de jornada.
¿Retroceso en la conciencia respecto a los trabajadores franceses?. No, sino situación de clase distinta. El camionero español (la mayoría de ellos, más de 100.000, son “autónomos”, no asalariados) no vende su fuerza de trabajo, sino el resultado de su trabajo, por esto la manera que tiene de incrementar su renta no es a través de una reivindicación salarial, ni la mejora de sus condiciones de vida viene por la reducción de jornada. Para él la mejora de la renta y las condiciones de vida viene por una reducción de los costes de producción, y esto los separa cualitativamente de los camioneros franceses y de los 40.000 asalariados españoles.
Dentro de los “autónomos” hay un sector, no el mayoritario, pero existe, que si son asalariados. Son los que cobran un salario fijo al mes, o por trabajo realizado (es decir, venden su fuerza de trabajo), pero pagan a la seguridad social como autónomos, ahorrándole al patrón la cuota de la Seguridad Social. Estos son trabajadores asalariados
5.- EL NEORREFORMISMO
El razonamiento de los ideólogos del sistema es bien político. Pueden intentar ocultarlo detrás de datos estadísticos, sociológicos o de lo que quieran, pero el objetivo es renovar la vieja teoría burguesa de que domina la contradicción “sociedad civil/estado”, que la “vieja contradicción” entre clase obrera y burguesía ha perdido todo su componente revolucionario, y a lo más que se puede aspirar es a que la sociedad civil defienda sus conquistas frente a la intromisión de los poderes públicos. Y sobre esta base levantar un nuevo programa de reforma del sistema.
Lo contradictorio es que se trata de un fenómeno que se está dando cuando la decadencia del sistema capitalista es más evidente. Los datos sociales, descriptivos, aportados por prácticamente por todos los organismos burgueses, ya ligados a instituciones internacionales como a la ONU, ONGs y la misma Iglesia, abundan en un diagnóstico: la riqueza se acumula cada vez más en menos manos mientras la pobreza se extiende a más zonas del mundo. Incluso llega países como los EEUU, gigante con los pies de barro, donde la miseria alcanza al 30% de la población, con millones de seres humanos por debajo del nivel pobreza.
El sistema capitalista, a pesar de haber conseguido devolver a su seno a los países que fueron llamados del “socialismo realmente existente”, es incapaz de resolver los males que atraviesa la humanidad. Esto se ha comprobado claramente estos últimos diez años.
A pocos años de la caída del muro de Berlín y la desaparición de los Estados Obreros (mal llamados socialistas) las condiciones de destrucción de la naturaleza, aumento de la miseria, del endeudamiento, de la precariedad laboral, etc., se ha incrementado de manera geométrica, poniendo al planeta al borde del desastre, no ya nuclear sino social y ecológico.
Este desastre viene determinado por la no-resolución de la contradicción que Marx señaló como decisiva para la revolución social. “En un estadio determinado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de propiedad existentes o -lo cual sólo constituye una expresión jurídica de lo mismo- con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían estado moviendo hasta ese momento. Esas relaciones se transforman de formas de desarrollo de las fuerzas productivas en ataduras de las mismas. Se inicia entonces un época de revolución social.”13.
El mundo capitalista hace años que está instalado en esta contradicción, y al no resolverla la decadencia del sistema se mueve hacia la barbarie, de aquí la reaparición de viejas formas de explotación que se creían olvidadas (esclavismo, salarios miserables, trabajo infantil, jornadas de 14 y 16 horas, etc.). Abrir la disyuntiva hacia el socialismo, hacia la desaparición de la explotación del hombre por el hombre, supone enfrentar los nuevos retos teóricos, políticos y programáticos sobre la base del análisis de los acontecimientos reales con las herramientas que la humanidad, y especialmente el movimiento obrero y el marxismo, han generado a lo largo de la historia.
La burguesía hace cien años que dejó de desarrollar las fuerzas productivas, actualmente cualquier paso que da, es sobre la destrucción de la capacidad del ser humano y de la misma naturaleza, dos guerras mundiales y las actuales condiciones de barbarie en amplias zonas de la tierra son trágicas demostraciones de su capacidad destructiva. La degeneración burocrática que supuso el stalinismo frenó en seco las posibilidades abiertas por la revolución, abriendo las puertas al tremendo retroceso que hoy están sufriendo, ya bajo las condiciones del capitalismo, los que fueron los estados del “socialismo realmente existente”.
La alargada sombra de Seattle son las movilizaciones de Praga o Melbourne, las luchas de los obreros argentinos, es, en fin, la alianza de amplios sectores sociales enfrentados al capitalismo con la única clase que, por su situación en la sociedad, puede generar una alternativa global anticapitalista, la clase obrera. Lo que les asusta es que esta clase se reorganice sobre la base del marxismo revolucionario en el camino de resolver la contradicción señalada por Marx, y abrir el periodo de la revolución social.
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