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Autor Tema: Mariano Rajoy apoyaría al PSOE a la investidura si creciera la inestabilidad  (Leído 472 veces)

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Hace año y medio, el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, fue investido en el cargo con el respaldo del Partido Popular Europeo, de los socialdemócratas y del grupo liberal, aunque en estas dos últimas formaciones hubo algunas deserciones. Este es el objetivo que ahora ambiciona Mariano Rajoy en España, valiéndose de una tribu tan fragmentada como el PSOE y de un Tea Party como Ciudadanos, obsesionado con mantener sus 40 escaños y evitar a toda costa la repetición de nuevas elecciones.

Tal y como avanzan los acontecimientos desde el 20-D, las posibilidades de que prospere la 'operación Juncker' que anhela Rajoy son cada vez más escasas. Incluso en el supuesto de que la situación en Cataluña se agravara y los pesos pesados del PSOE empujaran a Pedro Sánchez o a su relevo a respaldar con su abstención la investidura del candidato del PP por puro sentido de Estado, gobernar con 123 diputados y el respaldo externo de los socialistas y de Ciudadanos no sería tarea sencilla, sobre todo a la vista de las grandes reformas que están pendientes.

Esta es una de las razones por la que han empezado a surgir cada vez más voces dentro del Gobierno en funciones, donde hay dificultades para frenar la desbandada, y también en el PP, para que se analicen con premura las encuestas que semanalmente siguen llegando a la Moncloa con el fin de concluir si tiene cuenta mantener artificialmente la legislatura o, por el contrario, apostar claramente por ir de nuevo a las urnas.

En el cruce de opiniones que en estos momentos se sucede dentro del PP hay, incluso, quien avanza una tercera vía. Consiste en la posibilidad de avalar in extremis, mediante la abstención, la investidura del candidato socialista, a sabiendas de que puede acabar controlando el manejo de los tiempos una vez fracase, como es previsible, el primer intento de Rajoy para sumar la mayoría necesaria para seguir como presidente. Será entonces cuando empiecen a correr los 60 días de plazo que hay para formar Gobierno o ir a nuevos comicios y corresponderá al líder del PSOE, una vez que Felipe VI le conceda el honor de medirse como candidato a presidente, el que decida la fecha del debate en el Congreso. Lo previsible en este escenario, aseguran fuentes oficiales, sería que no lograra su objetivo en primera votación, pero cabría la sorpresa de que, en una segunda, donde solo necesitaría de la mayoría simple, alcanzara su sueño.

No sería, como es lógico, el de una coalición a la portuguesa que ambiciona Pedro Sánchez, pero sí el de llegar a la Moncloa aupado por una marea abstencionista alimentada por fuerzas tan dispares como Ciudadanos, el PP y el resto de los grupos que se sumaran a ella.

Según algunas fuentes del PP, ello reportaría algunas ventajas claras para el partido: podría dejarse que el PSOE se achicharrara administrando una legislatura corta y daría tiempo a los populares a recomponer sus estructuras mediante un cambio ordenado de liderazgo.

El tablero es tan complejo que Rajoy podría presentar este apoyo pasivo a los socialistas como una prueba de su sentido de Estado. Dentro de este contexto, en el equipo económico del Gobierno en funciones se concede gran importancia a la necesidad de arrancar en primavera la maquinaria para tramitar los Presupuestos de 2017, ya que una prórroga de los actuales enviaría un pésimo mensaje a los mercados y a los acreedores de los que depende el grueso de la deuda pública. Para alumbrar las nuevas cuentas estatales, habría que aprobar en junio el techo de gasto, así como el decreto que activaría a todos los ministerios y permitiría que en septiembre los Presupuestos de 2017 entraran en el Congreso.

En el PP se está a la espera de ver cómo evolucionan las posibilidades de que Pedro Sánchez ceda a las presiones de los barones de su partido para facilitar la investidura de Rajoy, tampoco se observa al presidente en funciones dispuesto a su relevo para engrasar esta posibilidad, pero sí se advierte todavía algún espacio para que un acuerdo a la portuguesa prospere en el último minuto si Pablo Iglesias llega a la conclusión de que no le conviene, como a Ciudadanos, ir a unas nuevas elecciones generales, ya que en ellas no conseguiría superar a los socialistas en número de votos y escaños. Este cálculo, con todos los matices oportunos, es el que conduce también al núcleo duro del Gobierno a deducir que una de las llaves principales para que la XI legislatura muera o no antes casi de nacer la tiene en sus manos el candidato de Podemos.

Para abonar su interés en convertirse en presidente del Gobierno con solo 90 diputados, Pedro Sánchez está pulsando todas las teclas, incluso la de los independentistas. A ello obedece la cesión de varios senadores socialistas para que Esquerra Republicana y Convergencia puedan formar grupo propio en la Cámara Alta, pues Sánchez cree que con ello se facilitaría la abstención de ambas formaciones en su investidura. Si a ello se le suma que los socialistas gobiernan con el PNV varias diputaciones vascas y comparten alianza de Gobierno con Coalición Canaria, el plato estaría a punto de cocinarse, aunque el ingrediente principal sigue dependiendo de Podemos.