Elfriede Harth es la representante para Europa de Catholics for Choice (Católicos en favor del Derecho a Decidir). La semana pasada estuvo en Madrid para participar en unas jornadas organizadas por la Federación de Planificación Familiar de España y, como sus tres colegas en 1973, pidió a la Iglesia que se mantenga al margen del debate sobre la reforma de la ley del aborto: "Los obispos no deben meterse ni interferir en los procesos legislativos".
Recuerda que no siempre ha habido acuerdo dentro de la Iglesia. "Santo Tomás aceptaba el aborto cuando decía que no existía un ser humano hasta los 40 días de gestación si se trataba de un varón y hasta los 90 si era una niña". San Agustín también escribió que "el acto del aborto no se considera homicidio, porque aún no se puede decir que haya un alma viva en un cuerpo que carece de sensación, ya que todavía no se ha formado la carne y no está dotada de sentidos". "Por otro lado", añade Harth, "si se considera a cualquier embrión o feto como humano ¿por qué no los bautizan?".
"La jerarquía católica se empeña en influir en las políticas públicas, y los obispos presionan a los Gobiernos para negar a las mujeres el derecho a decidir. No tienen en cuenta que no todos los españoles son católicos, ni que no todos los católicos están de acuerdo con sus ideas sobre la sexualidad".
Su organización rechaza que los obispos sólo salgan a la calle "para protestar por asuntos de la zona pélvica, no por guerras ni por vulneraciones de derechos humanos". "Sólo este tema les obsesiona", afirma. "De hecho, durante muchos siglos, el aborto fue pecado no por vulnerar el quinto mandamiento -no matarás- sino el sexto, que prohíbe fornicar. Y si nos centramos en el 'no matarás', también habría que recordarles que ellos mismos han previsto excepciones como la legítima defensa, la guerra justa y, hasta hace bien poco, la pena de muerte".
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