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Autor Tema: Análisis del 26J: ¿es suficiente con cambiar el sistema electoral?  (Leído 764 veces)

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Desconectado federicomartin

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Es la típica queja del que pierde las elecciones: culpar a las reglas de juego de su mal resultado. Hace diez años oíamos a IU y UPyD decir que era preciso que el sistema fuera más "justo". Ahora escuchamos a Unidos Podemos, que tras todos sus manejos y alianzas han conseguido el mismo número de escaños con un millón menos de votos. Y a los de Albert Rivera excusando su fracaso: "Si hubiéramos conseguido un punto y medio más… Pero esta ley electoral es injusta". ¿Y por qué no cinco puntos o diez? Claro que con el mismo sistema Ciudadanos obtuvo ocho escaños más hace seis meses. Un ejemplo claro es que haya sido elegido este 26-J en Cantabria por Ciudadanos el humorista "Felisuco", y que el Secretario de Organización, Fran Hervías, se quede fuera del Congreso. Lo que falla no es el reparto proporcional con la fórmula D’Hondt sino las malas campañas electorales y los errores políticos.

Un sistema mayoritario simple a una vuelta, como el británico, no corresponde a nuestra cultura, y aunque tenga beneficios, podría suponer perjuicios como el caudillismo local
El sistema electoral es propio de cada país, y responde a su tradición, cultura política y objetivos, que normalmente son priorizar la gobernabilidad sobre la atomización parlamentaria. Un sistema mayoritario simple a una vuelta, como el británico, no corresponde a nuestra cultura, y aunque tenga beneficios como la cercanía del representante a los electores, supone perjuicios que en España, viendo su vida política desde 1977, serían el caudillismo local, la debilidad de los partidos nacionales, la falta de representación de las minorías, y la formación final de "frentes", "polos" o "ligas" para rentabilizar los votos. Es más, ese sistema mayoritario habría que aplicarlo también a nivel local y autonómico, y cambiar el sistema de elección de senadores. En definitiva, un trastoque de todo el edificio institucional; para empezar, habría que cambiar el artículo 68.2 de la Constitución.

La costumbre y la corriente de opinión general son a favor de la proporcionalidad corregida. El debate es si debe ser más proporcional o quedarse como está. ¿Cómo se podría cambiar el sistema electoral atendiendo las demandas de los perdedores? El Consejo de Estado pidió un informe en 2008 sobre esta posibilidad. El único cambio sin requerir una transformación de la arquitectura constitucional, ni repetir el modelo de las elecciones europeas, aumentar el número de diputados, o remover el sistema de partidos, sería mantener la provincia y sustituir la fórmula matemática de reparto D’Hondt –una de las más usadas en el mundo-, por la de Sainte-Lagüe, la deseada por Llamazares, o la de Thomas Hare, el método usado en Alemania corregido por Neimeyer, y que pidió Rubalcaba.

Los resultados 26-J aplicando las tres leyes citadas en distrito único/nacional serían más o menos iguales para los cuatro grandes partidos, muy parecida a la del 20-D, y solo cambiaría la composición de los restos. Una proyección sería ésta:

La sustitución de la Ley D’Hondt, en la situación actual, ahonda la ingobernabilidad, la dependencia de los pequeños grupos parlamentarios y la necesidad de grandes coaliciones. La repetición de las elecciones, como ahora, sería frecuente hasta que se estabilizaran las alianzas. En realidad sería trasladar el momento ciego del principio de consentimiento, ese en el que negocian los partidos sus cargos y presupuestos sin que lo sepa el electorado, de un lugar del proceso político a otro: antes de las elecciones o después.

Si cambiamos la provincia por el distrito único, tendrían dificultades los grupos autonómicos y nacionalistas para tener representación, por lo que deberían buscar alguna fórmula de confluencia –como GALEUSCA-, o transformar el Senado en una verdadera cámara de representación territorial. Y si sustituimos la provincia por la comunidad autónoma subirían Unidos Podemos y Ciudadanos, mantendrían representación los nacionalistas, y bajarían PP y PSOE. En ambos escenarios disminuye la gobernabilidad, se multiplican los momentos ciegos de pactos entre partidos, la separación entre el representante y el elector, y aumenta la dependencia gubernamental de uno o varios grupos minoritarios –por ejemplo, del PNV, o ERC-. Una mayor proporcionalidad, por tanto, no es más democracia, sino más burocracia y desgobierno.

Todas estas proyecciones electorales que contemplan escenarios estáticos son un desprecio a la política real, a la espontaneidad del elector
El cambio del sistema electoral, por tanto, no es suficiente porque es la clave del sistema político. Su sustitución debe ir acompañada de una reforma constitucional acorde al principio electoral, lógica, además, con el objetivo de dar estabilidad política, económica y social. Todas estas proyecciones electorales que contemplan escenarios estáticos son un desprecio a la política real, a la espontaneidad del elector, a las variaciones de la vida política, a la influencia de los grandes acontecimientos –como el 11-M o el Brexit-, y a tantas otras cosas, que solo sirven para esconder proyectos que solo alcanzan a minorías, o campañas fracasadas que necesitan excusas.

¿Por qué se busca la "democracia" con mayor proporcionalidad; es decir, los mismos sillones pero con otros personajes, y no con un gobierno más fuerte en un Estado menos intervencionista, con poderes que se contrapesen de verdad, elección del ejecutivo y del legislativo por separado, con igualdad política y derechos garantizados? De no ser así, el mantenimiento del sistema proporcional corregido por la ley D’Hondt o su sustitución por otra fórmula es irrelevante mientras no se consolide el sistema de partidos. Las peticiones de una solitaria reforma electoral, las proyecciones partidistas con fórmulas alternativas, o las comparaciones irreales con otros países, no dejan de ser excusas de mal pagador.