La prostitución y el proxenetismo tiene indudables efectos criminógenos: secuestros, tráfico de mujeres y niños (mafias de trata de blancas), homicidios, violaciones, extorsiones, abortos, fomentan el alcoholismo y las toxicomanías… Aparte de trasmitir enfermedades: hepatitis, sífilis, sida, etc.
La prostitución callejera además, es una de las causas de la alta siniestralidad en las vías públicas.
Como efectos preventivos, por el contrario, la prostitución evita violaciones y ataques violentos al dar salida a los impulsos sexuales.
En Países Bajos y más recientemente en Alemania, se instauró el sistema de laboralización en el tratamiento de la prostitución. Es la culminación de la ideología liberal, en el cual, aparte de contemplar a la prostituta (como los sistemas reglamentistas en Francia, Inglaterra, Grecia o Italia) como un sujeto de deberes derivados del riesgo de daño de otros bienes jurídicos (salud pública o seguridad ciudadana), le atribuye derechos laborales, incluso de Seguridad Social.
Una regulación similar en España, desconozco si resultaría o no incompatible con el principio constitucional de dignidad. Visto desde un ángulo, supone tanto como reducir a la prostituta a la condición de objeto, que mediante precio, es puesto a disposición del cliente. No es un disparate jurídico que las prostitutas puedan ser autónomas y cotizar a la SS. Pero el Derecho, desde un punto de vista moral, no debe favorecer la venta del cuerpo. Y ahí vendría el debate sobre ¿qué moral? ¿La moral dominante? ¿Qué dignidad? ¿La que la sociedad imponga o la que considere el propio individuo?...
Pero, lo cierto es que teniendo en cuenta que la prostitución se alimenta básicamente de la denominada esclavitud sexual (sin entrar ahora en sus causas o motivos), derivaría en la reducción a servidumbre precisamente de una parte esencialmente débil de la sociedad: son mujeres, y además, son pobres.
Ahora bien, cabría plantearse si con el sistema de laboralización de la prostitución, se podría evitar la esclavitud sexual de estas mujeres. Y, lamentablemente, la experiencia no lo ha demostrado así. De hecho, en Países Bajos la prostitución se ha incrementado extraordinariamente a partir de la legalización. Pero no, no es que se haya producido un flujo migratorio hacia ese país, no. Curiosamente, en paralelo, se ha incrementado la prostitución clandestina. El porcentaje de prostitutas que se han dado de alta en la Seguridad Social es irrisorio. El negocio de la prostitución sigue dominado por las mafias, son ellas las verdaderas interesadas en la legalización y en tener vía libre para instalarse en un país con todas las garantías legales. Luego lo de contribuir a las arcas del Estado, es otra historia.
Del mismo modo que las legislaciones laborales no acaban con el trabajo sumergido, en negro, en el caso de la prostitución, los resultados positivos rozan el ridículo. En Alemania tampoco ha ido mejor.
Se puede pensar entonces... Bien, pues al menos un, digamos, 7% de prostitutas quisieron y tuvieron la posibilidad de declarar legalmente su actividad laboral, aunque el 93% no lo haga. Pero es que no son ellas las primeras beneficiadas, ese 93% de prostitutas trabajando en una economía sumergida sigue nutriendo una mafia de proxenetas explotadores.
La legalización no plantearía “tantos problemas” (dejando a un lado ahora los conflictos morales) si se ciñe al reconocimiento de “las trabajadoras del sexo” como autónomas o en régimen de asociación. Pero en cambio, trabajar por cuenta ajena, en régimen asalariado, sería legalizar el proxenetismo, así de claro. Y como la experiencia en los países citados ha demostrado, los empresarios de locales de alterne son reacios a formalizar contratos de trabajo porque tendrían que pagar parte de las cotizaciones.
En cualquier caso, considero que la prostitución, su legalización o no legalización, y los problemas que lleva aparejados, es un tema demasiado complicado y serio como para tratarlo con estúpida frivolidad salpicada de un lenguaje soez y ordinario.
Un saludo.