De todas formas, yo la Guerra Civil la sigo viendo como las guerras de religión entre católicos y protestantes. No cabe hacer de ellas verdades absolutas, ni de ésta tampoco.
En ambas, la irracionalidad asistió por igual a los dos bandos: sus jefes eran criaturas irracionales: moralizar sobre algo en sí mismo irracional, es absurdo. De igual modo que, moralizar sobre aquellas guerras de religión es absurdo. La única lección que cabe sacar, es que con algo de perspectiva deben darse por superadas esas ortodoxias. Los que batallaron en 1936 son exponentes de ideologías que la historia ha condenado por su barbarie, no procede reexaminar con ojos de 2008, cosas que pasaron en 1936 o en 1618, conforme a criterios de 1936 o 1618.
Los hay que se ríen de la estupidez de las guerras de religión, pues bien: para mí, por irracionalidad, por barbarie, por fanatismo y por estupidez recíprocas, puede equipararse completamente la Guerra Civil con guerras de religión.
Por tanto, me río del fanatismo religioso.
Hace tiempo que no aparece ese tipo de fanatismo típico de los vencedores, pero los del bando socialista no han evolucionado y siguen anclados en ese rancio integrismo cuya monstruosidad, estupidez e inutilidad ha demostrado sobradamente la historia. Tanto como el integrismo de la Guerra de los 30 años.