Lili, pienso que vas por la buena dirección con tus reflexiones.
Los franceses son gente acostumbrada a que el Estado les dé cosas. Se aprende incluso en la escuela, que al Estado, como ciudadanos, le hemos entregado parte de nuestra libertad para que nos la devuelva en forma de bienestar. Los franceses están acostumbrados a pedir y a recibir viviendas en alquiler, ayudas públicas al alquier, recursos mínimos de inserción, ayudas a la inserción profesional. Pero, claro, además de dar el Estado tiene que mantener, renovar y mejorar lo que da.
Los chicos (porque es un movimiento social casi exclusivamente masculino, además de joven) que queman coches viven, con sus padres, en viviendas públicas de alquiler (los HLM, literalmente, "viviendas de alquiler moderado"). Sin embargo, el Estado, encargado de mantener, renovar y mejorar esas viviendas, se ha desentendido (o casi) históricamente de esas viviendas una vez construidas. Sin renovación, sin ni siquiera trabajos de limpieza, sin locales comerciales que dieran un poco de vida a las cités, el gueto estaba servido. Ayuda también la arquitectura, los llamados grands ensembles o "grandes conjuntos", inmensos bloques, propiedad del Estado, que forman un conjunto más o menos cerrados en sí mismos.
Pero esto no es nada nuevo. Las primeras émeutes (motines, en castellano) datan ya de 1981, en el conocido barrio de las Minguettes de Vénisieux, en la periferia de Lyon. De 1983 data la marcha de los beur, movimiento reivindicativo de las banlieues, diciéndole a toda Francia que "somos franceses", reclamando que "se nos trate como los ciudadanos que somos". De 1984 data el nacimiento de las organizaciones de lucha contra el racismo, directamente unidas a las marchas del año anterior: France-plus y SOS-Racismo, que luego extendió su actividad a otros paises europeos, como España.
De 1981 data la llamada politique de la Ville o "política urbana", de 1983 las ZEP (Zonas de educación prioritaria), auténticas políticas de discriminación positiva (sobre el papel) pero que hoy muestra su fracaso, sobre todo por falta congénita de dotación presupuestaria.
Claro, entre una ciudadanía que arrastra desde hace, al menos, 25 años un abandono de los lugares donde viven y el Estado -recordemos que propietario de las viviendas donde viven los chicos que queman coches y escuelas- no ha hecho nada, la "rabia" (rage) esté a la orden del día. No sólo no ha hecho nada, sino que donde tenía que dar subvenciones a las asociaciones de barrio, donde tenía que mantener empleos de inserción (a eso se obligaba la "política urbana"), su única acción visible ha sido la presencia de la policía, vista cada vez como más hostil, pero además una policía que se muestra cada día más racista. He vivido varios años en Francia, y os aseguro que no es una leyenda urbana eso de que en Francia la policía primero pega y luego pregunta. Imaginaos lo que es capaz de hacer cuando su objetivo es musulman, árabe o negro... el racismo aflora de muy mala manera.
Estamos ante una reivindicación al Estado, que se decía de bienestar, para que cumpla sus compromisos históricos. Los franceses están acostumbrados -educados, diría yo- a que el Estado les dé cosas. La reivindicación tiene principalmente ese sentido.
Se habla mucho de que el fenómeno pudiera llegar a España. Lo dudo. Al menos, dudo que llegue en los mismo términos que en Francia. Puede que haya conflictos de este tipo, pero me atrevo a vaticinar que el conflicto incidirá -si se produce- mucho menos en el aspecto social que en el aspecto, si se me permite, étnico. Un conflicto, en fin, de naturaleza bastante diferente. ¿Por qué? Pues porque en España no sólo los españoles no estamos acostumbrados a pedirle al Estado, sino que el Estado nunca nos ha dado apenas nada. No existen apenas "grandes conjuntos" de viviendas públicas de alquiler en los que vive hasta el 40% de la población en algunos departamentos franceses. El urbanismo de nuestras ciudades es tan horrible o peor que el de esos barrios franceses, pero aquí hasta el más pobre es propietario de la casa en la que vive. Nadie recibe -apenas- nada del Estado para pagar el alquiler, pero es que somos tan pocos los que vivimos de alquiler, que es imposible que nadie nos de la voz. Apenas hay servicios sociales del Estado (si comparamos con Francia, evidentemente) pero es que apenas tenemos una mínima cultura de la reivindicación y de la demanda a los poderes públicos. Si ocurre -ya veremos qué pasa-, en España el conflicto incidirá en su dimensión étnica, porque el racismo es un fenómeno que se contiene a duras penas en un estado de latencia, pero tan frágil, que una mínima ruptura del "orden" establecido, hace que surja el conflicto. En cambio, el conflicto social lo veo mucho más lejano, simplemente porque no tenemos tradición. Aún así, veremos qué ocurre.