A los españoles nos parece normal que se procese a muertos, nos parece normal que un juez que hace un favor político al Gobierno, cobre del Gobierno. Y nos parece normal, en fin, que haya juicios donde el Fiscal ya sepa de antemano lo que va a decir el acusado, puesto que ya le ha pinchado el teléfono y le ha pillado aleccionando al acusado: "si te preguntan esto, di aquello", "de esto otro tú cuenta esto."
Y les parece por ejemplo, una anomalía, que un pequeño empresario, haya prosperado con su esfuerzo y se haya hecho rico.
¿Qué significa eso? Pues que el socialismo ha abducido las mentes de los españoles, mediante un salvaje adoctrinamiento: sólo así se explica que si te escuchan hablar mal de Garzón, te tildan de nazi aun cuando lo critiques con toda la razón del mundo. Para un español es más importante que el rico no sea tan tico, que las garantías procesales, la separación de poderes o las más elementales libertades políticas.
Materialismo, que linda casi con el animalismo, falta de los más elementales valores democráticos, "legalismo" a lo Pablo Iglesias, desprecio absoluto por la razón y por la dignidad.
¿Qué indica esto? Muy fácil: que España y las libertades son como un azucarillo que se disuelve en el agua totalitaria, decenios y decenios despreciando la democracia: franquismo y caciquismo involucionista, comunismo obligatorio en escuelas y universidades: odio a todo lo que sea liberalismo, razón y aire fresco. (Igual que con Fernando VII. Dentro de poco la canción será: "cuando Felipe VI usaba a los paletos.").
¿Resultado?
Ni recuperación económica, ni regeneración democrática e institucional, ¡abandonad toda esperanza! Desintegración, ruina, derrumbe estrepitoso, involución. ¡No quedará piedra sobre piedra!