La reforma constitucional que nos saque adelante, tendrá que sel de tal envergadura y profundidad, que deberá suponer necesariamente un cambio de régimen.
1. De acuerdo en que el régimen debe seguir siendo democrático, y a ser posible, más democrático: un hombre, un voto.
2. De acuerdo en que los derechos fundamentales deben mantenerse ahí tal cual, sin reformarse nada, salvo para reforzar sus garantías.
Pero, dicho esto:
3. El papel de las autonomías debe ser suprimido o reducido: de acuerdo en la descentralización administrativa, pero no así en la política.
4. El papel del TC debe ser reconsiderado, así como su sistema de nombramiento. (Y lo mismo pasa con el CGPJ y la Fiscalía).
5. El papel de los nacionalistas debe ser reconducido al de comparsas residuales.
6. Las lenguas cooficiales, deben dejar de ser protegidas: que se permita hablarlas, pero que no quiten al español el papel protagonista que le corresponde por naturaleza.
7. El papel protagonista del Estado en la economía, la sociedad, etc. de ogro fiscal y normativo que todo lo prohíbe, debe ser moderado en la nueva Constitución.
8. En resumen: que España vuelva a ser España y deje de ser "Expaña".
Y ahora voy a lo simbólico, porque lo simbólico, también frena la reforma constitucional más de lo que parece. Me explico: me sorprende que los antifranquistas no señalen un defecto obvio del régimen franquista: que no estaba preparado para sobrevivir a la persona de Franco. Pues bien: la peor crítica que se podría hacer al juancarlismo, es que no estaba preparado para sobrevivir a la persona de Juan Carlos. No sólo eso, sino que muy probablemente, estallará delante de las narices del Rey Juan Carlos.
Rey... ¿de dónde, de qué país? Más parece el Rey del limbo...
¿Aceptarán nuestros próceres una reforma que evidencie que el juancarlismo tiene el mismo defecto básico que el franquismo y es, si me apuran, más endeble todavía?