A la pregunta de un periódico “¿Monarquía o República?, Clara Campoamor responde:
¡República, República siempre!. Me parece la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos. Y en muchos casos la más adecuada a la situación de un país específicamente considerado, verbigracia, España”.
a la pregunta de un periódico “¿Monarquía o República?, responde ¡República, República siempre!. Me parece la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos. Y en muchos casos la más adecuada a la situación de un país específicamente considerado, verbigracia, España”.
La concesión del voto femenino planteaba problemas controvertidos tanto a la izquierda como a la derecha; en cuanto a la izquierda, con algunas honrosas excepciones, no quería concederles el voto porque creían que la mujer, al estar mas influenciada por la Iglesia iba a votar a las derechas; y en cuanto a la derecha, que siempre se había opuesto ahora lo apoyaba porque les podía favorecer en las elecciones.
Cuando la derecha abandonó el Parlamento por la Ley de Congregaciones se hizo el último intento para impedir el voto femenino, llevado el tema al Pleno, el partido Radical Socialista puso frente a Clara a la diputada, Victoria Kent, para negar el voto de la mujer aplazándolo sine die, Clara Campoamor no sólo se impuso en el debate sino que, contra pronóstico y por sólo cuatro votos, lo ganó, apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha, derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical Socialista y el de Azaña, Prieto salió diciendo que aquello era «una puñalada trapera a la República», y cuando en el 33 la CEDA ganó las elecciones y Lerroux formó gobierno, toda la izquierda le echó la culpa de su derrota a Clara Campoamor.
Sí es verdad que exiliada en París, en 1937 escribió un libro en francés “La revolución española vista por una republicana”, enunciando lo que entiende como mala gestión del Frente Popular con afirmaciones como estas:
Los que hace cinco años saludamos a la República como el triunfo de nuestros ideales y de nuestras esperanzas, hemos podido aprender anchamente en este estadio, que importan menos las palabras que su contenido virtual, y que el símbolo en que pusimos nuestra fe, puede devenir, si sus rectores se transforman en explotadores, continente de cuanto hiere nuestro anhelo liberal y justiciero”.