Yo soy economista, este año curso 5º de derecho en la uned y... tengo unas ganas de colgar los trastos que no veas.
Entiendo que cada persona es un mundo, que yo soy yo y especialmente mis circunstancias (más en concreto, mi amada señora y mis dos absorbentes -por ahora- niños de 9 y 6 años), y todos los eneros, junios y septiembres, desde hace tiempo, me quedo con la amarga sensación de que les estoy quitando parte de su vida, dado que (para qué contaros) me tengo que enclaustrar para poder sacar ésto adelante, lo que supone dejar de hacer cosas con ellos.
Me gusta derecho, me lo he pasado en grande estudiando esta carrera, si no llega a ser por eso dudo que hubiera llegado a hacer todo el sacrificio que ello conlleva.
Llegado el momento de hacer balance, me queda una sensación extraña. Mi deseo racional es el de ser licenciado. Pero mi deseo instintivo es el de -por fin- dejar de tener ocupados y agobiados los meses de exámenes, y es esa contradicción la que me incomoda. En todo ésto es importante el aliciente de por qué haces las cosas. No es lo mismo para mejorar profesionalmente que por aficción.
Debo añadir en mi caso que, por desgracia, profesionalmente es muy posible que no tenga la posibilidad de desplegar mis nuevos concimientos en mi actual trabajo, pese a que se complementan muy bien, pero desde que empecé a plantear dicha posibilidad a quien corresponde, noté suspicacia y orillamiento, y bastante falta de interés en mis progresos: blanco y en botella.
Por tanto, personalmente, salvo la satisfacción personal y la amplitud de conocimientos, mi periplo por la uned como estudiante de derecho es irregular, personalmente satisfactorio pero sin el reconocimiento externo que imaginaba cuando empezaba. No me planteo si ha merecido la pena, pero sabiendo lo que sé ahora, tengo dudas sobre si volviera a hacer lo mismo.
Tanto rollo para acabar dando mi opinión: el esfuerzo debe tener un fin, si te licencias en derecho, debe ser para obtenerle rendimiento de alguna manera, si no es así dicho esfuerzo queda hueco. Por eso, cuando oigo a alguien que compatibiliza carreras y tiene arrojo para continuar formándose de forma tan exigente, lo admiro, pero salvo si tiene un fin definido y concreto, no lo comparto.
En cuanto acabe mi último examen, cuelgo las botas, amigos. Os deseo lo mejor, sea cual sea la opción que adoptéis.
Un saludo.