seguimos sin saber porque negociar con el "movimiento de liberacion vasco" durante la epoca de assnar no era insultar a muchos españoles, con atentados y muertes por doquier, amen de reunirse con HB de entonces, y hacerlo ahora, con un alto el fuego, sin atentados en tres años es traicionar a los muertos y su memoria (Montillano)
Si alguien esta interesado en todo el artículo del que voy a exponer un tramo, que lo diga y lo pego. Francamente a mi me parece muy interesante, es otra visión, aunque todos la sabemos del entramado que, como decía en el otro post, los aventajados argumentan para conseguir sus fines. No quiero posicionarme en un lado ni en otro, pero estoy totalmente de acuerdo con este artículo. Sugiero se desgrane en conciencia.
El artículo en cuestión es de Gustavo Bueno y me he permitido ponerle negrita y otras:
Ni los gobiernos de González negociaron en Argel sobre cuestiones de soberanía ni autodeterminación, ni los gobiernos de Aznar negociaron en Ginebra en este sentido. Los contactos y conversaciones de Argel, o los de Ginebra (o otros similares), no fueron propiamente negociaciones políticas (relativas al Estado), sino transacciones referidas al armisticio, al alto el fuego y al trato a quienes rindieran las armas. (Sin embargo, uno de los argumentos recurrentes en los debates sobre el «proceso» consiste en echar en cara al Partido Popular que también él negoció con ETA, fundándose en las conversaciones de Ginebra; se trata de una tergiversación grosera, utilizada de modo engañoso y aceptada por quien no quiere entrar en el fondo de la cuestión, o por quien no tiene tiempo ni medios para hacerlo.)
...RZ, con un «discurso humanista» puro (el discurso más próximo imaginable al del humanismo Alicia), llega al Gobierno de España tras la oportuna masacre del 11-M, encumbrado por la ola pacifista que había desatado la guerra del Irak. Su pacifismo le permitirá presentar al Gobierno de Aznar como cómplice del pacto de las Azores, como un títere del imperialismo anglosajón, que merecidamente (por desproporcionados que fueran los métodos) habría recibido la respuesta musulmana. Retirada inmediata de las tropas españolas del Irak, para obtener su pacificación; para obtener la pacificación del País Vasco, principio inmediato de negociaciones con la banda terrorista o con su brazo político, Batasuna.
...La política de coaliciones entre partidos para obtener la mayoría parlamentaria («todos contra el PP») irá generando una nueva ideología de la soberanía popular. La soberanía del pueblo se supondrá íntegramente representada por la soberanía de una asamblea nacional, regida por la ley de la mayoría (aunque esta mayoría sea el resultado de coaliciones entre representantes de partidos que, en el electorado representado, se oponen entre sí). Por lo tanto, lo que las Cortes aprueban, será expresión de la misma soberanía popular, sin necesidad de consenso entre los partidos políticos, y aunque uno de esos partidos de oposición represente casi la mitad del cuerpo electoral español. Pero los proyectos de esta mitad se desestimarán como proyectos marginales de un partido aislado y solitario (aunque tenga diez millones de votantes).
El PSOE (incluyendo ahora a un González reaparecido de vez en cuando en el trasfondo de los debates) emplea con frecuencia la expresión: «En democracia», &c.; es decir, definen qué es lo que hay que hacer «en democracia», como si ellos fuesen sus tutores y sus únicos exegetas. Y esto es debido a que «en democracia» es una expresión que ellos sobreentienden como «en democracia parlamentaria cuando la mayoría está con el gobierno y sus coaligados». Según esto, lo que hay que hacer «en democracia» es obedecer «lealmente» al gobierno al que apoya la mayoría parlamentaria, aunque éste actúe contre la Constitución. Los cuatro millones de firmas recogidas rápidamente por el PP para pedir un referéndum popular fueron consideradas como puramente marginales por la burocracia constitucionalista.
Con esto entramos en el asunto central que nos ocupa: el «proceso», entendido como «proceso de pacificación del País Vasco».
El gobierno de RZ obtiene del Congreso (de la «soberanía nacional» parlamentaria, formada por la yuxtaposición de coaliciones de pequeños partidos con la minoría mayoritaria) permiso para negociar con ETA, en cuanto ofrezca un «alto el fuego» verificable, pero sin necesidad de deponer previamente las armas: todo ha de encaminarse hacia el proceso de paz.
ETA lleva a la negociación los principios de autodeterminación, incorporación de Navarra, amnistía de los «presos políticos» o etarras en activo. Es decir, el Gobierno socialista trata a ETA, y a su representante político Batasuna, como si fuese una potencia con la que se discuten las cuestiones de la paz. Las víctimas del terrorismo (casi todas, salvo las «humanistas») no aceptan que los verdugos asesinos impongan sus condiciones. Aunque, hay que decirlo todo, las víctimas del terrorismo quieren desmarcarse, muchas veces, de sus compromisos políticos, sintiéndose simplemente víctimas desde una perspectiva humanística que se acoge a sus derechos humanos, al margen de sus obligaciones como españoles.
El gobierno de RZ se dispone a abrir negociaciones con ETA, es decir, comienza dando beligerancia a los planes y programas de los terroristas. Anuncia el inminente comienzo de las negociaciones, sin excluir el proyecto de una mesa de negociaciones con Batasuna. RZ invita sin embargo al PP a que se incorpore a esta mesa de partidos. Sabe que sus electores son muy numerosos, y teme que, sin su cooperación, la pacificación no se logrará dentro de las condiciones propuestas. Pero a la vez oscila y toma la resolución de asumir en solitario el curso de las negociaciones: si ellas resultan bien, obtendrá en exclusiva el título de pacificador, y se asegurará la victoria en las próximas elecciones legislativas.
Se comprenderá así el enconamiento de los debates parlamentarios de junio de 2006 en torno «al proceso».
Pero lo que en esta ocasión queremos destacar es esto. Que los debates, aunque desplieguen un diálogo intensamente político entre los partidos (en realidad, entre las coaliciones gubernamentales y el PP), no son propiamente diálogos dialécticos, mantenidos en el mismo plano de la confrontación. Son diálogos mantenidos en planos distintos: uno, el plano dialógico y dialéctico que argumenta en el terreno constitucional específico de referencia; el otro es el diálogo retórico que argumenta en un terreno indefinidamente genérico, bañado por la luz del humanismo, y que busca no ya refutar al antagonista dialéctico, sino producir la impresión en el electorado de que «sabe responder» y responde, hasta tal punto, de obtener la victoria dialógica (a juicio de analistas políticos o encuestas) ante gran parte del electorado («las encuestas dan a RZ como ganador del debate parlamentario, a Rajoy sólo lo considera tal un 33% de los encuestados»).
Son los representantes del PP quienes han mantenido el debate en un plano estrictamente dialéctico y con argumentos contundentes: es inadmisible hacer arrancar un plan de pacificación a partir de la propuesta de unos encapuchados que anunciaron el alto el fuego por televisión; es anticonstitucional negociar las «condiciones de paz» de una banda de terroristas que ponen en tela de juicio la propia Constitución española y la unidad de España; es anticonstitucional negociar con una banda que mantiene dispuestas las armas debajo de la mesa de negociaciones.
El gobierno pacifista armonista no puede mantener el debate en el terreno específicamente dialéctico, sencillamente porque si entrara en este terreno sería derrotado dialécticamente (como sería derrotado en un certamen académico el estudiante que con argumentos sofísticos pretendiera demostrar que 2 y 2 son 5). Su única salida es deslizarse hacia un plano oblicuo y genérico, el plano propio de la retórica y de la sofística. Es aquí en donde RZ y sus portavoces se comportan como consumados sicofantes. Es la única manera que tienen de compensar el simplismo aliciano de sus propuestas humanistas, con refutaciones retóricas propias de un tahúr que se defiende ante quienes le han cogido in fraganti.
Puede constatarse que todas las respuestas del PSOE están cortadas por el mismo patrón: dar por supuesto que los argumentos del PP contra la negociación con los terroristas son evidentemente absurdos, y por tanto que hay que descalificarlos sin entrar en su estructura argumental. Se procede por tanto a «encapsularlos», dando por supuesto, desde luego, que la pacificación es el objetivo prioritario, y que, por tanto, todo lo que se oponga a este objetivo, equivaldrá a poner dificultades a la paz, y descubrirá un deseo de los oponentes a la continuación de la guerra, del terrorismo. Es decir, sobre las argumentos del PP encapsulados, se proyectarán, desde un plano oblicuo (), juicios de intencionesprincipalmente de naturaleza psicológica atribuidas al PP; y de este modo se pasará del plano en el que se discuten los argumentos objetivos, al plano psicológico de quienes están enfrentados en el debate por razones distintas de las que se contienen en la «cápsula».
De este modo los sicofantes podrán pasar al contra ataque ofreciendo la mano al PP para que renuncie a su rebeldía, a sus deseos irracionales de sostener la guerra.