El barrio de Colón es una zona decisiva de Madrid: dinamismo, grandes empresas, una zona realmente bonita, lujosa, etc. Allí hay grandes empresas, tuvo Rumasa su sede, cuando Rumasa era Rumasa, cuando era una empresa poderosa, influyente, etc.
No muy lejos de donde Rumasa tenía su sede, está la sede del PP. No muy lejos de donde tiene su sede el PP, está el Tribunal Supremo, no muy lejos del TS, está la Audiencia Nacional. Y muy cerca de todos esos sitios, está la elegante cafetería Riofrío, donde desgraciadamente no se puede fumar. No es difícil imaginar que, ahí se han visto mil veces las caras los del TS, los de la AN, Garzón, los del PP, grandes empresarios, grandes banqueros, algún que otro señor del PSOE, etc. No es difícil imaginar que los amores y odios surgidos de esa cafetería influyen mucho más en las decisiones judiciales, que los razonamientos jurídicos.
La pregunta es obvia: ¿qué separación de poderes y qué independencia judicial puede haber en esa cafetería, donde los unos hacen manitas y pactan con los otros, cuando conviene, contra los otros cuando les interesa, etc.? El mismo tipo de independencia judicial que hay en Ríofrío, es el que hay en Colón, el mismo tipo de independencia judicial de Colón es el que hay en Madrid y en España. Riofrío es a día de hoy el gran escaparate de la justicia en España. No sólo eso, sino que además es su fiel reflejo. Ahí es donde se escribe la historia de España y ahí es donde, en definitiva, se diseñan las líneas maestras de la Constitución no escrita, pero efectivamente vigente. No la del 27 de diciembre de 1978, que ya de por sí es una calamidad, sino la del régimen: la del traje a medida. Porque la Justicia, a día de hoy, no es sino un traje a la medida del poder.