Claro: es lo que yo he dicho siempre: la injusticia del fuerte y la impunidad del poderoso.
Lo que digo es que, al ciudadano no se le pide una adhesión interna, sino externa.
Y que incluso, en un examen o en una oposición, no es obligado decir las mentiras de los manuales. Otra cosa es que el jefe es el jefe y que, por aquello de la gramática parda, convenga ser astuto y fingir que te crees las mentiras de los políticos. Pero ahí ya eres el actor. Cuando se acaba la función y se dispersa el público, obviamente ya no estás obligado a seguir desempeñando ese papel.