Con frecuencia, cuando se habla de teocracia, dictaduras, pequeñas tiranías, etc. Se suele omitir algo que a mí me parece fundamental.
Que es, la existencia hipócrita en la que tiene que vivir esa sociedad que padece ese yugo. Que no importa en este caso, si el yugo es mayor o menor.
En una teocracia, uno tiene que aparentar de cara al público que es un devoto. En el resto de casos, tiene que aparentar que es un adepto. Que sería, la versión secularizada del devoto. Y todo eso suele suceder, mientras las élites se pasan sus propios preceptos por el forro.
Pequeña hipocresía de la opresión y gran hipocresía del despotismo.
La primera es estar obigado a aparentar que eres lo que no eres y, la segunda, es no ser como tú desde la élite, impones a los demás que sean, permitirte tú, lo que les prohíbes a los demás y así sucesivamente.
Creo haberlo expuesto así, en general, de una forma suficientemente clara y breve, para que pueda apreciarse fácilmente la analogía.
Yo creo que, los defensores de tales regímenes, omiten hablar del asunto a mi juicio central de éstos: la hipocresía que se instala en la sociedad, mediante la imposición.