Es una visión, realista a su modo, pero es un realismo infernal.
El problema es mucho más complejo que todo eso, aunque me imagino que no se te escapará.
Vamos a irnos al laberinto humano individual-colectivo.
Quedamos en que el hombre, sin sociedad no es nada, ¿no es así? Pues fíjate ahora la que voy a liar:
Porque se da la paradoja de que el hombre hipersocializado, es sin embargo el más asocial: ¿por qué? Porque sólo se siente algo como parte de algo y ese ser parte de algo le hace abandonarse a sí mismo. Y ese abandono de sí mismo le hace estar aún más aislado, al sentirse menos que nada. Y si uno no significa nada para sí mismo, ¿qué significarán los demás? ¿Qué solidaridad va a crear el hombre masa de esa nada que para él es su propia persona? Es decir que algo individualista sí que hay que ser, porque también uno debe ser importante para uno mismo.
Veamos el caso inverso; a mí no me convence ningún grupo y por lo tanto, no hago ningún tipo de presión. Pues ese hombre también está condenado, y está tan aislado así de entrada, que tampoco puede gestionar sus propios intereses con eficacia.
Veamos el punto intermedio: no me gustan los bestias del fútbol que sólo sacan la bandera por la selección española, pero nos gusten o no, los necesitamos. No nos gustan los que salen con banderas tricolor o la camiseta del che, pero nos gusten o no, también los necesitamos. Nos pueden no gustar los racistas y puede que también los necesitamos. Hace poco estuve en una manifestación de los sindicatos: no me gustan los sindicatos actuales, pero tenían razón y además, puede que los necesite. De igual modo nos pueden no gustar los que ahora no protestan contra el PP, por miedo a dar alas a Rubalcaba, a Rosa Díez, a Cayo Lara. Nos pueden no gustar los que creen aún en el mal menor por el miedo a Rubalcaba, etc. Lo que no quita que a esos también los necesitamos. Y de igual modo que necesitamos de la gente de los grupos "de piñón fijo", también a su vez, tanto los del che, como los tricolores, como los del miedo a Rubalcaba, también necesitan de los que no son, o no somos, "de ningún grupo". Igual que el cuerdo al audaz, o el timorato al temerario. Pase lo que pase no hay solución y a su vez, esa es la solución. Y esa es la irresoluble paradoja del genio humano, para bien y para mal.