Votos: 24.500.000.
Abstención: 10 millones. Y subiendo...
Población: 47 millones de personas.
Primera vez que hubo restricciones para presentar candidatura, aparte de las económicas, lo de pedir un crédito o lo de salir por la tele. Tenías que ser avalado en las 50 provincias por el 0,1 o algo así, para poderte presentar. Y hubo mucha gente que NO TENÍA A QUIEN VOTAR. Y sólo podía avalarse a un partido de esos. Es decir que si firmabas para que se presentaran unos, no podías firmar para que se presentaran otros. O lo que es lo mismo: fraude legalizado.
El PP tiene 11 millones de 47. No llega ni al 25%.
El PSOE tiene, sobre esos 47 millones una cifra que a ojo de buen cubero diría que entre el 10 y el 15%.
¿Qué pasa para que estemos en un periodo revolucionario? Muy sencillo. Que si llamamos al pueblo votantes y a los excluidos, populacho, encontramos que casi el 50% de la población ha sido lisa y llanamente excluida de la democracia.
Y son gente de carne y hueso, como cualquiera de nosotros, que padece la crisis, que va al paro, que los bancos la estafan, que no le dejan fumar en los bares y que entre Europa y las Autonomías no le dejan ser lo único que saben y quieren ser: españoles. Son gente que ni tiene culpa del problema, (a menos que pueda llamarse culpa a no votar lo que no te gusta) ni puede participar en la solución porque no tiene a quién votar, ya que lo que hay no le gusta.
Y son gente que quiere soluciones, que quiere participar en la solución de la crisis y que, sencillamente reclama su participación. Ésta es la clave de la revolución. Sencillamente el populacho quiere participar. Y son el 50% con los números en la mano, porque luego están los que votaron a unos, porque el mercado electoral absolutamente adulterado, no les ofrecía algo más atractivo. Para solucionar esta crisis, una solución sería abrir el mercado electoral, pero si sigue cerrado, si persiste este permanente falseamiento de la democracia, entonces no habrá más remedio que ir a la revolución.
Nota: este falseamiento funcionó, mientras al populacho no le importaba que le excluyeran, porque las cosas le iban bien, porque mal que bien iba tirando y tirando bastante bien. Pero han pasado del "yo paso de la política" a "los odio a todos". Sencillamente ha cambiado la relación, porque el poder basaba su legitimidad real no tanto en el consentimiento activo de sus militantes, como en el consentimiento tácito del populacho, que aceptaba lo que le echaran, indiferente a todo. Pero ahora ese consentimiento tácito ha sido revocado. El populacho ya no es indiferente, por eso se abre camino el proceso revolucionario. O se reintegra al populacho y se consigue si no su consentimiento activo, si al menos su asentimiento silencioso, o el proceso revolucionario será imparable.