El sueño no ha durado ni 10 años. Un buen 6 de octubre de 2003 se dio la noticia de la inauguración de la R-2, que conecta la M-40, M-50 y Aeropuerto de Madrid-Barajas con Guadalajara. Su recorrido es paralelo al de la vieja A-2, una autopista radial pública de primera generación.
Henarsa, la empresa concesionaria, se ha declarado insolvente. Se suma así a las R-3, R-4, R-5 y M-12. El pufo problema es de Abertis, ACS, Acciona, FCC y Bankia. ¿Problemas? Ah, no pasa nada, se rescata con dinero público y nadie asumirá responsabilidades por ello. Es la marca España.
La deuda financiera de Henarsa es de “tan solo” 450 millones de euros. En España van nueve autopistas en riesgo de quiebra, las citadas en Madrid, AP-7 (Cartagena-Vera), AP-36 y AP-41. Aunque Fomento pague a Henarsa 180 millones de euros por créditos participativos y cuentas de compensación el agujero es descomunal.
Si exceptuamos la R-2, el agujero de las autopistas de peaje que nunca debieron construirse es de 3.600 millones de euros. Si llegasen a liquidarle, el Estado es responsable patrimonialmente por contrato.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Primero se exageraron las cifras de tráfico, que no se han cumplido. Segundo, los costes de expropiación se dispararon al intervenir la Justicia. Tercero, no eran viables en el papel. No podía ocurrir otra cosa.
Moraleja: no se debe construir una autopista de peaje si tiene alternativa gratuita del mismo tipo. Son alternativas razonables a las carreteras secundarias de doble sentido, pero ¿a autovías o autopistas? Ya podemos ver que no.
Fuente el país, el mundo.