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Desconectado dfigueira5

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Crítica a la Revolución Francesa
« en: 17 de Octubre de 2013, 19:46:19 pm »
El primer uso normalizado del vocablo (revolución) tuvo lugar para referirse a la “Revolución Gloriosa” de 1688 en Inglaterra, que inicio el ciclo de las funestas mutaciones liberales, aunque aquella ha suscitado escaso interés debido, posiblemente, a lo imperfecto de su realización, al estar exenta de teatralización y grandilocuencia.

La revolución francesa es la revolución por excelencia en el sentido político y, más aun, politicista del vocablo, como gran acaecimiento absolutamente emancipador, dotado de un potencial ilimitado, algo así como un acto taumatúrgico a colosal escala que en un abrir y cerrar de ojos histórico, trasladó a “la nación francesa” desde las tinieblas de un medioevo tardío, desde las innumerables veces execrado “feudalismo”, hasta la luminosidad de la modernidad, con derechos del ciudadano, libertades, igualdad, democracia, racionalidad política, justicia imparcial y todos los demás atributos de un régimen de gobierno magnifico y perfecto.

El examen escéptico-ateórico de tal revolución, modelo para todas las revoluciones, liberales o supuestamente antiliberales (proletarias), acaecidas desde entonces, arroja unos logros menos místicos y más mundanales. Sus componentes son:

1) expansión cuantitativa y, sobre todo, cualitativa, de la maquinaria estatal, que logra cotas de poder sobre el pueblo imposibles de alcanzar anteriormente;

2) desintegración de la masa popular, en lo político, cultural, convivencial, axiológico y económico;

3) implantación ya definitiva de la propiedad privada absoluta, como dominio pleno y total sobre las personas a través de la posesión ilimitada de las cosas;

4) inicio de una política reduplicada de guerra, saqueo y conquistas en el exterior;

5) establecimiento de las condiciones para el desarrollo de la revolución industrial y el confinamiento de la población en las ciudades;

6) expansión acelerada del trabajo asalariado, como régimen de trabajo sin libertad;

7) aniquilación minuciosa de la libertad de conciencia;

8) homogenización dentro del Estado-nación, en el que quedan incluidos a viva fuerza pueblos diversos;

9) represión enérgica de los disidentes, hasta llegar al exterminio en masa, si hace falta;

10) alteración radical de la escala de valores, hasta que el bien moral parezca mal, y el mal moral bien;

11) erradicación de la esencia concreta humana, en especial su componente espiritual;

12) realizada la revolución, no son posibles otras revoluciones posteriores, de ahí que sea una revolución contrarrevolucionaria en el sentido más preciso de la expresión, lo que ha quedado certificado por los acontecimientos acaecidos desde entonces.

Lo expuesto puede sintetizarse en el aserto de que los integrantes de la masa popular, con las revoluciones liberales, pasaron de seres humanos oprimidos a seres en trance de convertirse en subhumanos sobreoprimidos. Sobre todo, la meta de la gran mutación francesa fue la militarización, pues si los regímenes prerrevolucionarios nunca habían conseguido poner sobre las armas a mas de 225.000 hombres, la Francia hipermilitarizada del año II llego a movilizar un millón de soldados, y Napoleón (que es el producto más genuino de la revolución) en 1812-1814 alcanzo los 2 millones, número que habría hecho exultar a Voltaire y al resto de los “filósofos” dieciochescos, de haberlo conocido. Todas las revoluciones perniciosas han sido belicistas y agresivas, no de manera defensiva, lo que es legítimo, sino de un modo ofensivo y conquistador.

Distanciado de quienes alzapriman e idolizan la revolución francesa está A. de Tocqueville, que en “El Antiguo Régimen y la revolución” y en “Inéditos sobre la revolución”, presenta una imagen, si no totalmente crítica, sí mucho más realista. En la primera de esas obras arguye que los acontecimientos que se iniciaron en 1789 fueron, en esencia, un procedimiento hábil para fortalecer y expandir el Estado; como él dice; para “aumentar el poder y los derechos de la autoridad publica”. En “Inéditos sobre la revolución”, Tocqueville expone que la revolución francesa realiza la igualdad pero no la libertad, aserto que es cierto respecto a la segunda pero no en relación con la primera, pues si no hay libertad es porque unos pocos dominan a la gran mayoría y la diferenciación entre dominadores y dominados es la más obvia expresión de desigualdad. Aquél considera que el régimen resultante de la revolución propende al despotismo, en buena medida por haber suprimido lo que denomina “instancias intermedias”, esto es, los órganos de gobierno municipales y de los antiguos reinos y territorios, que limitaban y moderaban el poder estatal central. Por ello, algo amoscado, advierte Tocqueville que “revolución” no es “más que una palabra sonora”. Para ser más exactos, una palabra que en este caso nombra un acontecimiento pernicioso, pavoroso, intolerable.

El politólogo B. de Jouvenel sostiene posiciones coincidentes. En “El poder. Historia natural de su crecimiento”, obra de merito, advierte que con la revolución francesa el crecimiento de la potestad estatal efectiva “continúa” y que, por ejemplo, bajo el régimen revolucionario se introduce “el reclutamiento deseado por la monarquía, que ésta no había tenido la fuerza necesaria para realizar”, observación que lo dice casi todo sobre la verdadera naturaleza de la revolución francesa.

La explicación habitual en los medios modernizantes de la revolución francesa, un magno acontecimiento positivo que libero a la humanidad del “feudalismo”, emancipo al campesinado, rompió las cadenas que atenazaban a las fuerzas productivas, dio el poder a la burguesía y creo las condiciones materiales imprescindibles para acceder al estado próximo, necesario y superior de existencia de la humanidad, el socialismo (o el comunismo libertario, según las escuelas), no tiene en cuenta ni los hechos más obvios; por lo que ante ella hay que recodar la recomendación de Sexto Empírico, “se sensato y aprende a dudar”. La calificación de “revolución burguesa” carece de sentido por partida doble, pues la burguesía fue la consecuencia, no la causa de aquélla y, sobre todo, porque tal interpretación niega nada menos que la función del Estado, al que convierte en ente sin mismidad propia, en un dócil instrumento de esa burguesía imaginaria, pues para 1789 ésta era una fuerza económica y política bastante débil.

La gran fabulación de la izquierda teorética sobre que aquella alteración era la precondición de la emancipación total, en el socialismo, ha demostrado ser subjetivista y errada a la luz de los acontecimientos: cuando han transcurrido ya bastante más de dos siglos desde 1789 nada indica que ese evento pretendidamente salutífero y redentor en grado superlativo vaya a acontecer alguna vez, más bien al contrario. Lo cierto es que en el plano de lo fenoménico la revolución francesa fue realizada para hacer imposible toda revolución posterior de tipo popular, porque al fortalecer cinéticamente al Estado con tal intensidad y diversidad, las masas trabajadoras a él sometidas quedaban en una situación superlativa de impotencia, dependencia y sumisión, algo nunca conocido en Occidente desde la caída de Roma.


FUENTE:
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Tuve un profesor en Portugal que también defendía esta posición. Era un profesor de mucho renombre en Portugal, y por lo que veo no es el único opinando esto.
Yo aún no estoy totalmente seguro de que opinar sobre el asunto, porque en las dos posiciones puedo tomar partido.

QUE OPINAIS?!