José María Manrique/Matías Ros (Autores del libro ‘El magnicidio de Carrero Blanco’).- Empecemos por pasar revista a la situación española al comienzo de los años setenta del pasado siglo, lo cual nos permitirá conocer a los actores del drama.
Separatismo y terrorismo
El 31 de Julio de 1959 había nacido la organización separatista, marxista y terrorista ETA (Euzkadi ta Azkatasuna, País Vasco y Libertad), como una escisión radical de las juventudes del PNV (Partido Nacionalista Vasco) y con fermento clerical (consiliarios de las Juventudes de Acción Católica Rural y algunas instituciones religiosas, como la Universidad de Deusto, regida por los jesuitas [1]).
El último guerrillero abatido en España fue José Castro Veiga El Piloto que cayó, sin haber abandonado las armas, en la provincia de Lugo (Galicia), en marzo de 1965.
Entre 1968 y 1973, ETA cometió nueve asesinatos [2] (aunque solo uno premeditado), 137 sabotajes, cuatro secuestros y 330 acciones diversas, algo muy lejano de los bastantes más de los casi dos mil asesinatos que llegará a perpetrar. El respaldo y apoyo clerical permanentemente formó parte de la propia infraestructura y logística de ETA.
En diciembre de 1970 tuvo lugar el Proceso de Burgos, consejo de guerra sumarísimo contra dieciséis etarras, dos de ellos sacerdotes, acusados de haber matado, o colaborado, en el asesinato del inspector Melitón Manzanas, el guardia civil de tráfico José Pardines y el taxista Fermín Monasterio. Se dictaron nueve penas de muerte, todas ellas conmutadas. Se produjo un fuerte movimiento comunista en contra, así como de algunos sectores de la Iglesia, principalmente catalanes y vascos (especialmente los monjes del monasterio de Montserrat, y los obispos de San Sebastián y Bilbao, Monseñores Argaya y Cirarda); también hubo grandes campañas de prensa en el extranjero.
Iglesia