Las imágenes escalofriantes representan un ataque intolerable contra la convivencia y, si bien se trata de un caso aislado, hay que actuar con diligencia y contundencia para hacer saber a todas las bestias que tengan tentaciones de cometer actos similares que la ciudad de Barcelona, y el país en general, no tolera actos de este tipo. Casos como el del metro llevan a pensar que no se puede bajar la guardia, ni de manera literal, con una actuación policial decidida y contundente contra estos comportamientos execrables, ni la guardia de la educación y la pedagogía, que tienen que hacer el trabajo de prevención imprescindible para que estos predicadores de odio racial sigan siendo una expresión minoritaria.