Pero pulpo, sólo si partimos de una idea previa de que los votantes son estúpidos podemos disculparlos. Lo que sucede es que al mismo tiempo estaríamos atacando la razón misma de lo que se conoce como democracia. Así pues, si los votantes no son estúpidos, y saben a quien votan y sobre todo porqué lo votan... eso quiere decir que son, al menos, tan malos como el individuo o individuos que se presentan.
Todos los que participan apoyando una idea son tan malos como la misma idea, pero peores que quien se sirve de esa idea. Al menos este último saca un provecho, mientras que aquéllos, además de apoyarle, se quedarán con un palmo de narices. Es decir, a la maldad se suma un cierto grado de estupidez. Ergo: son peores.