Y para historia, los cuentos de los Hermanos Grimm...
Se habla del derecho a decidir de 3 países, cuando la história está repleta de decisiones unilaterales que han conducido a muertes sin sentido. Que conste en acta, señorías, que no estoy a favor de la independencia; pero estoy a favor de una solución pactada al encaje/problema/reivindicación de una minoría de catalanes (separatistas) y de cualquier minoría de otra CCAA de España.
Hablando de historia, ahí va una muy buena que la caverna mediática y los cavernícolas que se dan de futuros laureados letrados callan como zorras vulgares:
No puedes ver los enlaces.
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LoginDe momento, Cataluña y su mayoría de población no se ha levantado en armas ni ha pedido a los EEUU su anexión, pero los que insultan a los catalanes sin hacer distinción entre los independentistas y los que no (donde me ubico por ser partidario de la España Federal y de una UE federal con un sólo Gobierno) son los que más putos independentistas crean.
Luego me parto el culo con las lecciones del trío de Isla Perejil, los lerdos naZionalistas y tal y tal que abogan por entrar a sangre y fuego por la Diagonal.
La historia, señores, la escriben mayormente los vencedores, pero quedan vestigios de las verdades de los vencidos:
La región de España que ha estado más cerca de convertirse en un país independiente es Murcia.
Corría el año 1873, La Gloriosa no había representado tanta gloria como se esperaba, y una inestabilidad total se adueñó de España mientras un rey extrangero e impuesto, Amadeo de Saboya, renunciaba a su cargo temeroso de una revolución como la que sufrieron sus familiares en México.
La madrugada del 12 de julio de 1873, en la base naval del Mediterráneo, Cartagena, una sublevación popular arrebató el poder a las autoridades y se creó una “Junta revolucionara de salvación pública”. Cuenta la leyenda, que como no disponían de una bandera roja, que simbolizaba la rebelión, un soldado se rajó las venas para teñir la media luna y la estrella de una bandera otomana de la época.
Así pues, tomado el arsenal, gracias a la gran oratoria del líder progresista local que dirigía la rebelión, “Antonete” (Antonio Gálvez Arce), los sublevados tomaron sin lucha los barcos del puerto, prácticamente, la mitad de la flota española.
Estos marinos, según un decreto del gobierno central de unas semanas más tarde, fueron considerados piratas.
El presidente de la República, Pi y Margall renunció a su cargo mientras también en el norte se alzaba en armas el movimiento carlista.
Otras ciudades españolas, como Valencia o Cádiz se adhirieron a la rebelión cantonal comenzada en Cartagena, pero, sin duda, era Cartagena la más poderosa y la pionera en el movimiento. El cantón de Cartagena no se detuvo en su afán de éxito, comenzó a enviar columnas de voluntarios y a la flota a todas las ciudades vecinas con el fin de ocuparlas o conseguir fondos para la causa. Así comenzó la expansión apoyada desde la retaguardia, acuñando incluso moneda propia, los “duros cantonales”, y modelando un intento de estado del bienestar con educación laica, divorcio y sin pena de muerte.
A principios de agosto sus voluntarios, se envalentonaron hasta el punto de comenzar una marcha sobre Madrid. Fue nada menos que Martínez Campos (artífice de la restauración Borbónica) quien, después de recuperar Valencia, detuvo a los rebeldes a la altura de Chinchilla, en Albacete.
Tras esta derrota cartagenera, el gobierno del Cantón decidió algo extraordinario y sorprendente, pidió su adhesión a los Estados Unidos de América. Estados Unidos estaba en plena fase de expansión, habiendo adquirido apenas 7 años antes Alaska de Rusia, y 25 años antes, toda California, Nevada y Arizona de México.
Los cartageneros, viendo su desesperación, y pretendiendo apoyo internacional al convertirse en un estado más de EE. UU, pidieron al presidente Ulyses Grant que aceptase. Mientras el presidente rumiaba la respuesta a la petición de Cartagena, la armada española intentaba, en vano, tomar la plaza de Cartagena desde el mar. Con la fuerte armada de Cartagena, supieron defenderse, así se decidió que una invasión por mar no tenía sentido, y comenzó una campaña terrestre.
Pero tras la batalla de Chinchilla, Martinez Campos, se vio como Publio Cornelio Escipión ante Cartago Nova dos mil años antes, y no tuvo más remedio que rodear la ciudad, viendo lo difícil que sería un asalto directo dadas las defensas naturales, y comenzó un largo asedio que duró varios meses. Ante el sitio, los asediados de Cartagena se empeñaron en resistir hasta que cambiase el gobierno de Madrid, a uno más favorable a sus intereses, algo que no ocurrió.
El presidente de Estados Unidos no necesitó pronunciarse ante la propuesta de la Junta de Defensa, pues el 12 de enero de 1874, una comisión de la asamblea revolucionaria encabezada por miembros de la Cruz Roja, rindió la plaza a la vez que los líderes de la revuelta escapaban hacia Orán en uno de los buques más rápidos (Antonete entre ellos).
Así acabó la intentona, con Cartagena devastada, pero perdonada por las autoridades, y reestableeciendo poco a poco un orden en España que culminaría con la Restauración Borbónica, y una Constitución (1876) que, de momento, ha sido la más longeva de nuestra Historia.
Vía| Barón Fernández, José (1998). El movimiento cantonal de 1873 (1ª República). Sada (A Coruña): Edicios do Castro.
Más Información| López-Cordón, María Victoria (1976). La revolución de 1868 y la I República. Madrid: Siglo XX