impulso del Papa a frenar los desencadenantes del drama del aborto
La iglesia de la Santísima Trinidad –con capacidad para unas nueve mil personas- ha vuelto a quedarse pequeña esta tarde para la cita de las organizaciones de pastoral social con Benedicto XVI durante su viaje apostólico a Portugal. Han participado las mayores organizaciones del país, católicas o no, comprometidas en la asistencia social.
Centro del encuentro, como apuntó el Papa en su discurso, la profundización «en la práctica de la compasión hacia los pobres, los enfermos, los encarcelados, los que viven solos o abandonados, los discapacitados, los niños y ancianos, los emigrantes, los desempleados y quienes sufren necesidades que perturban su dignidad de personas libres».
«Crisis socioeconómica, cultural y espiritual» traza el escenario actual de la historia y exige un discernimiento adecuado. A éste contribuye «la propuesta creativa del mensaje social de la Iglesia», cuya doctrina social –aclaró Benedicto XVI- «asume la caridad como principio y fuerza principal» y permite dibujar «un proceso de desarrollo humano integral que implique la profundidad del corazón y alcance una mayor humanización de la sociedad».
Ante un auditorio profundamente atento a sus palabras, el Papa amplió el horizonte de las actividades asistenciales, educativas o caritativas, pidiendo la inclusión de «proyectos de libertad que promuevan al ser humano, buscando la fraternidad universal». Entonces advirtió de la urgencia de la «defensa de los derechos humanos» contemplados en la totalidad de la persona, en todas sus dimensiones. A este compromiso llamó especialmente a los cristianos.
Entre todos los presentes estalló un fuerte aplauso cuando Benedicto XVI expresó su «profundo reconocimiento a todas las iniciativas sociales y pastorales que tratan de luchar contra los mecanismos socio-económicos y culturales que favorecen el aborto; y también a las que fomentan la defensa de la vida, así como la reconciliación y atención a las personas heridas por el drama del aborto».
Y es que urge dar respuesta a «los desafíos más insidiosos y peligrosos que hoy se presentan al bien común». A esto ayudan –indicó- «las iniciativas que tienden a salvaguardar los valores esenciales y primarios de la vida, desde su concepción, y de la familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer».
«Dichas iniciativas, junto a otras muchas formas de compromiso, son elementos esenciales para la construcción de la civilización del amor», recalcó.
El Papa aprovechó este encuentro para aclarar también cuál es el alma que esculpe la acción caritativa específica de los católicos.
En el vasto mundo de la caridad, Cristo «nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor», recordó. Y señaló como propia de los fieles laicos el servicio de la caridad en su dimensión social y política. Los laicos están llamados -recalcó- «a promover orgánicamente el bien común, la justicia y a configurar rectamente la vida social».
«Para poder servir a Cristo en la humanidad que os espera» es «absolutamente necesaria» una «síntesis satisfactoria entre la vida espiritual y la actividad apostólica», síntesis ciertamente no fácil porque «la presión ejercida por la cultura dominante, que presenta insistentemente un estilo de vida basado en la ley del más fuerte, en el lucro fácil y seductor, acaba por influir en nuestro modo de pensar, en nuestros proyectos y en el horizonte de nuestro servicio, con el riesgo de vaciarlos de aquella motivación de fe y esperanza cristiana que los había suscitado», alertó el Papa.
Con todo, «en este mundo dividido, se impone a todos una profunda y genuina unidad de corazón, de espíritu y de acción», insistió.
Las instituciones de la Iglesia católica se cuentan entre muchos entes sociales al servicio del bien común, pero es preciso que en aquellas «esté clara su orientación, para que tengan una identidad bien definida» -advirtió Benedicto XVI- en la inspiración de sus objetivos, métodos, personal, calidad de atención y gestión seria de sus medios.
Junto a una identidad clara en la acción social de las instituciones católicas, el Papa invocó –como otro «elemento fundamental de la actividad caritativa cristiana»- la necesidad de su «autonomía e independencia de la política y de las ideologías, si bien en colaboración con los organismos del Estado para alcanzar fines comunes».
Hizo otra aclaración el Santo Padre: la Iglesia está desprovista de todo tipo de poder; tampoco puede brindar soluciones prácticas a cada problema concreto. Pero tiene la determinación de «servir al bien común». En este sentido, invitó: «Estad dispuestos a ayudar y ofrecer los medios de salvación a todos».
Modelo por excelencia en esta misión, Jesús, «el Buen Samaritano que se acerca a todo hombre y curar sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza». «El amor incondicional de Jesús que nos ha curado, deberá ahora, si queremos vivir con un corazón de buen samaritano, transformarse en un amor ofrecido gratuita y generosamente –propuso Benedicto XVI-, mediante la justicia y la caridad».
