La 1ª Enmienda a la Constitución de 1787 de los gloriosos EEUU de Norteamérica garantizó la libertad religiosa. La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 reconoció la libertad de creencias. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 proclamó la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 reconoció este mismo derecho (pensamiento, conciencia y religión) para dar fuerza jurídica a la protección internacional de los derechos humanos.
La libertad religiosa es un derecho reconocido por la CE en su art. 16, es decir, se trata de un derecho fundamental. Y, se nos ha enseñado, que también es un principio, que como tal (como los demás principios) informa al conjunto del Ordenamiento jurídico en materia religiosa.
El contenido del derecho abarca el respeto a los sentimientos (los religiosos), lo que constituye un límite al también derecho fundamental a la libertad de expresión (que no es ilimitado, salvo para algunos Zoquetes).
El Código Penal castiga con prisión o multa a quienes hagan actos de profanación u ofensa de los sentimientos religiosos (de cualquier confesión –aunque no es de esperar que esta Gentuza haga esto mismo en una Mezquita, si bien, desde luego, tampoco me gustaría-).
Profanar es tratar algo sagrado sin el debido respeto; o deslucir, desdorar cosas respetables. Ofender es herir la dignidad de alguien, con palabras o con hechos.
Puedo entender que la Elementa sancionada no alcance a comprender las razones de los reconocimientos de constituciones, declaraciones y pactos, tanto legendarios como modernos, nacionales e internacionales, dado que parece tener la mente tan pequeña como, también al parecer, tiene las tetas. Pero al menos, atendiendo a una simple cuestión de educación y respeto, debió abstenerse de ofender la dignidad de los católicos (que no son pocos en este país a tenor de los que marcan la X).
En fin, no piensen Uds. que soy un católico recalcitrante (nada más lejos de realidad), si bien creo en una cierta trascendencia de la vida (asunto que trato de canalizar a través del Cristianismo). No, a mí lo que me mueve es la militancia anti-comunista y anti-fascista. Quiero fuera del Sistema a todos esos Hijos de la Grandísima Puta. ¡Qué se vayan al carajo, que no traen más que ruina!