Está demostrado que es raro el violador que se rehabilita y lo normal es que quien viole une vez, repita. Su cerebro está enfermo, pero utiliza sus atributos para cometer sus atrocidades.
Más cruel, si cabe, es la violación de niños, a los que se les priva de su inocencia de la manera más salvaje.
Por ello, la castración química, previo dictámen forense de un equipo psiquiátrico, es la opción menos mala para un violador.